Asisto a la proyección de ‘Señora de’, de Patricia Ferreira, con 31 chicos y chicas con los que me veo a diario para asuntos educativos de materia bien distinta a la cinematográfica. Una amable invitación de la productora nos saca de clase y nos coloca frente a este documental, cara a cara con el testimonio de mujeres que vivieron tiempos distintos, y que estuvieron marcadas y conducidas, quisieran o no, por su condición femenina. Son mujeres muy diversas, algunas analfabetas, muchas procedentes del ámbito rural gallego; hay también una abogada, una matrona, pero todas han atravesado el mismo túnel, largo túnel de puertas bien cerradas: la de la independencia, la del sexo, la del aprendizaje, la de la comunicación con el hombre, la del trabajo, en fin, la de la libertad. El título lo anota y recuerda muy bien, ése transformarse con la pérdida de la soltería en ser señora de alguien, perder tu nombre, tu individualidad, para caer en otros dominios.
¡Y qué bien lo cuentan esas mujeres! Qué voz más profunda, más cargada de experiencia y de razón. Y qué valentía para mirar atrás y ofrecer ese balance como luz de futuro. No estoy muy seguro de que cale en mis alumnos la presencia de este sufrimiento, de que les deje una pequeña brecha en su vida tan distinta. Esa ausencia claustrofóbica de libertad que llega desde la pantalla puede ser vivida como unos hechos pasados, cancelados, definitivamente cancelados.
¿Si? Una socióloga que hizo la tesis sobre la Sección Femenina del franquismo insiste en el documental en la orientación que se daba a todas las chicas: que se dedicasen al marido, al hogar, y en caso de realizar alguna actividad o estudio más, que fuese adecuado a la condición femenina. Miro a mi grupo, y me doy cuenta de que en dos terceras partes está compuesto por chicas. Y hay una razón evidente detrás: estudian el Bachillerato de Ciencias Humanas y Sociales, es decir, lo que se llamaba “Letras”. En el inconsciente colectivo, si es que existe, se sigue pensando que estos estudios son más blandos, más decorativos, adecuados para ciertas sensibilidades y capacidades que por extraña casualidad coincide con el sexo, que llevarán a un mundo de horarios relajados, o directamente a la nada. Más adecuados para la mujer, que en el futuro tendrá otras cargas…
Y miro a las chicas del grupo, comparo el cuidado que llevan en la cara, en el vestido, con la rudeza despellejada de sus compañeros. Y eso que estamos lejos del fin de semana, de las tardes y noches en que esas diferencias se extreman hasta el punto de que a las chicas no las reconoces de tanto que se han arreglado, mientras que ellos siguen con la misma camiseta y arrastrando los vaqueros sobre las deportivas.
Largo, larguísimo ha sido el camino andado, del que Patricia Ferreira nos muestra con valentía y exactitud aquella etapa de mojones siniestros. Pero aún queda camino por recorrer.