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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Un segoviano con coca-cola

Estoy muy tranquilo, sosegado y en un estado plácido. Tengo una paz interior como los místicos que recalaron en Segovia. Más a gusto que un arbusto. Y no es porque haya encontrado la felicidad, el bienestar material y moral. Mi dicha procede de los mensajes políticos, esos que nos convencieron hace ya años cuando dejamos atrás decenios sin derechos y pasamos a la santa democracia y que últimamente nos repatean, los propios mensajes y, sobre todo, quienes los emiten.
Sí, he vuelto a creer en nuestros –no nos queda más remedio que decir que son nuestros, aunque nos duela– representantes en la cosa pública. Y todo gracias a los diputados en el Congreso del PSOE. ¡Qué alegría me han dado! De verdad, ni cuando gana mi equipo o mis equipos, que tengo varios cariños. Les estaré eternamente agradecidos porque me han devuelto la fe, la confianza en este tiempo en el que todos son descreídos, agnósticos y objetores de la política.
Pues a sus señorías no se les ha ocurrido otra genialidad que lanzar un órdago –así, literal, con esta expresión lo explicaba una agencia de noticias– a Coca-Cola. Su propuesta, de un activismo arriesgado, es dejar de consumir el refresco hasta que la empresa no solucione sus follones laborales en España. Creo que tiemblan en Atlanta, famosa en suelo patrio por la escena del incendio en ‘Lo que el viento se llevó’ y por ser la cuna de la bebida contra la que se dirige la osada iniciativa del algo más de un centenar de diputados y diputadas de esa bancada. Han dado un puñetazo encima de la mesa y les van a dar donde más daño les hace a este símbolo del capitalismo salvaje: en la cuenta de resultados. Cuando vean que han vendido estas cajas menos, seguro que reflexionan, hacen propósito de enmienda y se arrepienten de sus pecados.
Pero el asunto, el perjuicio inmenso a la compañía, no acaba ahí, en ese descenso en las ventas de refrescos. No, esto va más allá, tiene unas consecuencias que traspasan todos los límites de lo que una empresa quisiera y afectan aquí, en esta Segovia que no está hermanada con Atlanta pero debería estarlo. Y me explico. A nadie se le escapa que uno de los combinados más tradicionales –con permiso del gin-tonic, al que ahora le añaden todo tipo de tropezones y tonterías– es el whisky con coca-cola. Y entre ellos el DYC, nuestro DYC, con el refresco es aún más clásico. Un segoviano con coca-cola, vaya. Tiritamos aquí también del agujero negro al que nos van a conducir con su ocurrencia.
El asunto se agrava pues con la situación del único whisky hecho en España que, precisamente, está un proceso de cambio de dueños. Lleva un cuarto de siglo, desde que falleció su fundador, de mano en mano y hablando diferentes idiomas. Los últimos pretendientes son los japoneses y como conozcan que van a tener esa merma de tantos y tan ilustres clientes –si es que algún diputado bebe este combinado– temo que desestimen la operación y nuestro DYC siga en manos americanas.
Señorías, por favor, piensen lo que hacen, no nos conduzcan al caos con sus bravatas y acuérdense de los trabajadores, que tienen niños y familias que incluso puede que les voten. Relájense y tomen una coca-cola para que les desatasque las neuronas y si es posible que sea con DYC y en un bar segoviano. Sentirán un bienestar como el que yo siento al saberme tan bien representado.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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