Convendrán conmigo en que lo bello suele ser caro. Que las tres ‘bes’, lo de bueno, bonito y barato, resulta algo complicado de encontrar, porque falla bastante la última de ellas. Si mantener la belleza de estos cuerpos serranos que la naturaleza nos ha dado es oneroso, imagínense si es una ciudad entera: no hay bolsillo que lo aguante. Eso le ocurre a nuestra Segovia, esa joya visual que disfrutamos cada día muchas veces sin percibirlo, porque nuestra retina se ha acostumbrado y no lo valoramos.
Sí, es esa urbe llena de monumentos únicos, pero también de pequeños detalles que la hacen más grande. Es ese recinto urbano con un catálogo de bienes de excepcional valor que llevó en su día a la Unesco a otorgarla el título de Patrimonio Mundial. Pero Segovia no era la única niña guapa y con otras, las cercanas Ávila, Salamanca y Toledo, más Cáceres y Santiago de Compostela, fundó hace veintidós años el Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España. En su ideario el principal objetivo era trabajar unidas para proteger y difundir tanta belleza y buscar soluciones para la conservación. La iniciativa provocó un efecto llamada y más guapas se sumaron a la asociación hasta llegar a la cifra de 15, precisamente la niña bonita.
No obstante ya les decía que lo bello es caro, que mantener tanto patrimonio histórico y cultural necesita de la colaboración de todos, públicos y privados, administraciones y empresas. Y no solo con la puesta a disposición de medios o con aportaciones económicas, sino con ideas. La última de ellas es una petición de compensación fiscal por lo que dejan de recaudar por el Impuesto de Bienes Inmuebles. Los ayuntamientos de estas ciudades del grupo dejan de ingresar todos los años miles de euros porque los monumentos están exentos de este tributo. Iglesias y edificios religiosos se llevan la palma en número, pero no son pocos otros que no pagan ese impuesto como los colegios o las comisarías, prisiones y cuarteles. Y claro con tanta bula impositiva, el dinero es aún más un bien escaso en las cajas de estos municipios, que han de velar porque las joyas patrimoniales no se deterioren y se las dejemos en buenas condiciones a nuestros deudos.
Son pues Segovia y las otras catorce bellas unos paraisos fiscales, en los que existen un montón de contribuyentes que gozan de beneficios tributarios. Las piedras no cotizan aquí como en Panamá, cuyos papeles, por cierto, han retratado a varios compatriotas insolidarios y que dependiendo de qué medio de comunicación hable de ellos son más o menos visibles. Así es curioso ver como en la Sexta pasan de puntillas sobre la pertenencia a ese selecto clan de Almodóvar y cargan las tintas con la hermana del rey Juan Carlos. Y al revés, en 13 TV, donde se repite la imagen del cineasta para ilustrar la noticia.
Curioso periodismo, sí, de ese que les puedo asegurar no se hace en provincias, porque aquí estamos a otras cosas. A lo de conservar las piedras que hemos heredado para que las vean bellas todos, absolutamente todos, incluidos esos panameños de adopción. Pero claro, si hay muchos de ese perfil, esto ya no será un edén patrimonial y no quedará piedra sobre piedra por falta de recursos para conservarlas. Y es que está muy feo no contribuir a mantener tanta y tan cara belleza.