Definitivamente hay gente con una mala suerte extraordinaria. No son cenizos, gafes, que esos trasmiten el mal fario a los demás, sino personas que sufren en sus carnes el infortunio y que si está de Dios que vengan mal dadas, asoman los primeros para recibir el tortazo. En un mundo que se divide en los que nacen con estrella y los estrellados, son estos, a su pesar.
Seguro que conocen a alguien así o es usted mismo, pero si no caen les digo uno de manual: José Luis Sanz Merino, político de larga trayectoria en el PP segoviano. El bueno de José Luis –sí, es un buen tipo, créanme– ha recibido el último revés en su carrera política plagada de incidentes de mala fortuna con la pérdida del escaño de senador por tan solo 29 votos, cuando todo apuntaba a que había ganado.
Antes, hace ya nueve años, en esa lucha con el destino adverso, fue cabeza de turco de su partido en la pelea interna por el asunto de la fallida fusión de las cajas regionales. Y hace poco más de cuatro meses recibió el caramelo de liderar la candidatura del PP en la ciudad para, en unas horas y sin que le diera tiempo ni a desenvolver el dulce, quitárselo de la boca.
Ahora lo del Senado parece ya una broma macabra del azar, que siempre se ceba con los mismos, José Luis. Todavía estás en edad de pasarte al bando de las estrellas y dejar de ser un hombre estrellado. Aunque, pensándolo bien, allí estarás casi solo y aburrido, porque se pierde más veces que se gana, amigo.