En Segovia tenemos las orejas peladas de ver elecciones igualadas. Y perdonen la rima, pero tengo que convivir con esta certeza, que me impide escribir eso de que son los comicios más apretados que se recuerdan, como hacen los analistas que optan por la senda del topicazo.
Pues miren, aquí en la guerrera y santa ciudad, ya les digo que estamos saturados de noches electorales de extrema igualdad. Me remonto dos decenios –bueno, es porque son los que llevo aquí, no por otra razón– para refrescarles la memoria. En el 99, el PP ganó pero gobernó de aquella manera, sin la alcaldía, que recayó en su socio menor de gobierno, CDS, con solo dos concejales. Era un matrimonio con una igualdad muy rara y desigual.
En 2003 comenzó la era Arahuetes, que no ganó, pero pactó. Y así extendió su manto con triunfos por los pelos en las noches electorales de infarto de 2007 y 2011, hasta que se marchó en 2014, vaya usted a saber por qué, para dejar a la que es la primera alcaldesa que ha tenido la ciudad. Y Clara ya ganó con más holgura en la última cita: la de 2015.
Pueden comprobar con datos, que excuso enumerarles, que aquí eso de la igualdad no es algo novedoso. Sí, hay muchas candidaturas, caras nuevas y puede salir el sol dando vueltas por la ermita de Juarrillos, porque cualquier cosa es posible, con pactos que ríanse de aquel tan extraño que les decía y que aupó a la alcaldía al CDS hace veinte años. Pero igualdad habrá, como casi siempre, y esta vez parece que radica en los pactos. Porque Segovia y yo somos así, señora, y nos gusta dar emoción a este asunto de las urnas.