Esta vez los de la cosa pública han acertado. En tiempos de redes sociales con una sobrexposición de pena mora y de móviles que todo lo graban para que no puedas huir por recoveco alguno, a los del INE les ha dado por estrenar una estadística experimental en la que puedes conocer cuánto gana tu vecino, el que deja el Mercedes en el garaje y se pasea con un Corsa para no levantar la sospecha de los signos externos, ese concepto ambiguo que Hacienda siempre supo manejar.
La prueba permite comprobar la renta media de tu calle, si vives en una ciudad llena, o de la zona censal, si resides en las vaciadas; vaya, otro inconveniente de habitar en lugares donde el viento del desierto hace rodar esos matojos en forma de bolas, tan típicos de las películas del oeste. Aquí va por barrios y en las urbes molonas, por calles, lo que facilita a los urbanitas el cotilleo, aunque me temo que les importara una higa.
Y en Segovia, como siempre, somos originales hasta en los experimentos y en lugar de por barrios, va por santos. Además con argumento. Los más ricos, en Santo Tomás; los pobres, en San José. Aquel, doctor de la Iglesia y patrón de las universidades; este, padre putativo de Jesús y modesto artesano carpintero. La diferencia es por casta y pasamos así del INE y sus divisiones. Pero sin resquemor, que doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder si los barrios fueron bautizados por un profeta que ya apuntaba maneras para trabajar en el INE.