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mis tripas, corazón

Sonrisa con moño tirante

Muros y fachadas desconchados se ocultan ahora tras los versos. Es una original y hermosa manera de esconder la decadencia. Zamora cuelga de sus viejos edificios vinilos con poemas, quizá porque la literatura resulta más barata que la restauración.

No habría estado de más que a algunos participantes en la campaña electoral –en ésta o en cualquier otra- les hubieran colgado vinilos con poemas, o con flemas, aunque fueran de Pereda. O simplemente una tira de esparadrapo instalada de comisura a comisura, a fin de evitar escuchar sus yupiversiones sobre el fin del caos.

Recordemos, para seguir torturándonos, lo que dijo exultante Sorayita pe-pé la pasada semana, en medio de un discurso sobre la recuperación económica ¿¿¿???: “Sólo hay que salir a la calle para ver que la gente está mucho más alegre”.

No encuentro otra explicación a su aseveración: seguro que se cruzó conmigo en el Alimerka un día que me peiné el moño demasiado tirante.

Por su parte Juan Rosell, presidente de la patronal –porque esclavos hay, pero también patronos de esta clase-, es el candidato perfecto para ser merecedor muy frecuentemente de un vinilo, un trampantojo, dos tiras de esparadrapo…. O un silencio a tiempo cuando pretende una vuelta de tuerca más a los exprimidos.

¿Por qué los trabajadores han de seguir perdiendo derechos? ¿Por qué no, simplemente, eliminar dietas a políticos o a banqueros y otros caros privilegios, cargos puestos a dedo y sus sobreros, sobresueldos, sobremesas, sobrecargos, sobresaltos y, sobre todo, sobrados? ¿No ven que aquí, lo único que sobra es esa sobredosis letal de desfachatez e impudicia?

Pero ¿de verdad han creído que sonreímos, que somos esclavos satisfechos? Pues sí, totalmente desalentador.

Y no, no quería votar, no me daba la gana, pero el domingo me insuflé, con el segundo café, mi derecho al voto y así no dar motivos para que me lo arranquen a traición cualquier día. Me hice una coleta bien tirante para poder sonreír pensando en política (aún sonrío con otras muchas cosas) pero no hubo manera de poder tensar los labios. Y no, no fui a votar. Me quité las camperas y me puse a ver Los misterios de Laura en el portátil: me perdí la última temporada porque estaba enganchada a El Príncipe. Después le tocó el turno a Carmina o revienta. María Pujalte y Paco León dibujaron una sonrisa permanente en mi rostro durante todo el día, y eso que ya me había deshecho el moño.


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