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Pedro Carasa

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Uso del Quijote por el poder

Uso del Quijote por el poder

Pedro Carasa

El poder es interactivo, no existe si alguien no lo obedece. Necesita crear instituciones nuevas, elaborar una cultura política, una memoria histórica, un argumento cultural que lo legitimen. Esta justificación primero fue religiosa, los jefes actuaban en nombre de Dios. La revolución francesa secularizó el poder, que no viene de Dios, sino de los ciudadanos.

Para hacerse obedecer el poder busca ahora legitimidades de tejas para abajo. Lo que antes encontraba en la religión ahora lo halla en la historia. Cada nuevo sujeto del poder necesita presentar orígenes, héroes, hazañas, identidades para ser obedecido. La historia nacional, escuela nacional, archivos nacionales, nacieron para educar ciudadanos nacionales. El poder siempre necesita una historia propia, porque, junto con la lengua, gana más batallas que los ejércitos. Los poderes políticos llegan a crear héroes e inventar meta-relatos que desfiguran el pasado para legitimarse. Las conmemoraciones históricas y culturales sirven para divulgar estos mitos.

Los expertos dicen que solo la interpretación literal del Quijote es válida, la de la comicidad y la parodia como elementos esenciales de la novela. Luego se añadieron otras interpretaciones históricas o románticas: el mito más importante fue el socio-político relacionado con la identidad de España. De este mensaje histórico cada presente hace una lectura propia, que los poderes políticos, turísticos o de comunicación usan para conseguir votos y mercados.

Los literatos rechazan estas interpretaciones simbólicas, porque sobrepasan el texto y construyen hipótesis ajenas al libro. El Quijote no es héroe histórico, ni belicista, ni revolucionario, ni paladín de los pobres, ni una alegoría de España. Nunca existió ese propósito inconsciente en la mente de Cervantes. Los poderes al usarlo deterioran el idealismo de don Quijote, eliminan su comicidad esencial y minimizan su significado al aplicarlo a una coyuntura política. Lo malo es que una décima parte de la población ha leído el Quijote, y el 90 % solo conoce estos mitos fabricados por el poder.

Los autores prestigiosos que han construido los mitos históricos del Quijote han sido Valera, Galdós, Pereda, Menéndez Pelayo, Menéndez Pidal, Ramón y Cajal, Unamuno, Isidoro Lapuente, José de Armas y Cárdenas, Navarro Ledesma, Alfredo Vicenti, Costa, Almirall, Ganivet, Américo Castro, Maeztu. Intelectuales del poder del conocimiento, periódicos del poder de la comunicación y políticos del gobierno los han transmitido a la sociedad.

La primera interpretación del poder cultural y político comenzó en el s. XVIII, con la biografía de Cervantes de Mayans. Primer reconocedor del siglo de oro español y defensor de la obra cervantina, presentó a los ilustrados como sucesores de humanistas y erasmistas. Los hombres de las luces legitimaban así que los orígenes de su cultura política reformista eran cervantinos y neoclásicos, no afrancesados.

Repasemos cómo se usaron estos mitos en el III y IV centenario de la edición del Quijote en 1905 y 2005. El contexto del III Centenario era el desastre del 98, el caciquismo, una profunda tensión social y el conflicto regionalista. Con los mensajes querían apoyar la cohesión social y la identidad de España. En 2005, Rodríguez Zapatero propuso celebrar el IV Centenario para mostrar que la cultura primaría en su gobierno. No había en su mente mitos históricos, calificó la novela de constitución de la humanidad y dijo que el Quijote era republicano.

En 1905 fue Mariano de Cavia quien propuso a Maura celebrar la efeméride. Los autores de la edad de plata de la cultura española dieron al centenario un alto nivel académico. La meta era exaltar la raza, la lengua y el alma nacional, la bandera era el Quijote, referente social, símbolo del país, orgullo nacional, héroe español y universal. Elitista empeño, dado el 65% de españoles alfabetos. Para la plebe hicieron festejos populares y así evitaron los motines de 1892 contra Cánovas en el IV Centenario de América.

El programa de 2005 era de espectáculos y sin nivel científico. El único lema fue el Quijote como símbolo feminista. Abundaron películas y conciertos propios de la sociedad de mass media; seguro que los juegos florales de 1905 tuvieron menos audiencia que los videojuegos y la música pop de 2005. El Quijote sirvió de percha populista para criticar al político de turno y hacer marketing de diversión. Sólo las universidades y el Centro de Estudios Cervantinos lograron un Banco de Imágenes del Quijote y la Gran Enciclopedia Cervantina.

La polémica catalana estuvo presente en ambas celebraciones. En 1905 Cataluña protestó porque la novela se utilizaba en Madrid como un símbolo nacionalista español. En 2005 Pujol dijo que Cervantes podría serle tan próximo o lejano como Goethe. Alguien escribió que el loco manchego no vino a deshacer entuertos nacionalistas. Felipe VI, hablando de Cervantes, acaba de insistir en que representa lo que nos une.

La conmemoración de 2005 se empaquetó como producto de marketing para el consumo y el espectáculo. Los poderes políticos y culturales trataron de dar gusto al pueblo y satisfacer su afán de pasarlo bien. Esto es exactamente el populismo, contentar a la gente para alcanzar fácilmente el poder.

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.