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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

El nacionalismo en los conflictos de 1917

El nacionalismo en los conflictos de 1917

Pedro Carasa

El colonialismo, el nacionalismo, el imperialismo y el fascismo causaron en el siglo XX abundantes guerras calientes (dos mundiales, numerosas civiles y varias coloniales) y la Guerra Fría. Tras desaparecer los viejos imperios coloniales español y portugués, un terremoto político con epicentro en 1917 arrumbó los imperios alemán, austrohúngaro, ruso y otomano y alumbró la URSS. Con motivo de su centenario, recordamos cómo los conflictos nacionalistas ese año mundializan la gran guerra, revolucionan Rusia, desequilibran el Estado español, rebelan a Cataluña y agitan a Valladolid.

El contexto fue la Gran Guerra, mundial desde la entrada de EEUU en 1917, que produjo 10 millones de muertos, una sociedad empobrecida que perdió 50 millones más por la gripe mundial, y una dramática deriva hacia revoluciones y nacionalismos.

La Revolución de 1917 trastocó el capitalismo liberal y el orden social occidental. En febrero derrocó la autocracia zarista de Nicolás II y en octubre dio el poder a los bolcheviques de Lenin y gestó la URSS. Para unos fue una liberación de la sociedad, una utopía comunista de igualdad social. Abolió el feudalismo agrario y el capitalismo industrial y financiero. Buscó la unión internacional para erradicar los nacionalismos belicosos e impulsar la descolonización. Su revolución social sembró un incipiente Estado de Bienestar, alentó la igualdad de hombre y mujer y produjo notables creaciones de arte y ciencia. Para otros el bolchevismo estalinista fue un aborto sangriento que fundió fascismo y comunismo, se convirtió en un Estado burócrata, totalitario y represor, causó un millón de víctimas y no cumplió la promesa socialista de la igualdad.

En España la neutralidad bélica desabasteció y encareció los alimentos, enriqueció a los especuladores y empobreció al pueblo. La gripe de 1918 contagió a 8 millones y mató a 300.000 españoles. Así brotó la profunda crisis del verano de 1917 y luego una intensa conflictividad social en el trienio bolchevique de 1918-20. En 1917 tres conflictos doblegaron al Estado y derrocaron gobiernos: Uno militar, las Juntas de Defensa, otro nacionalista catalán, la Asamblea de Parlamentarios y el tercero social, una huelga general revolucionaria.

Las Juntas de Defensa fueron una especie de sindicato militar de africanistas, inquietos por ascender e irritados por el nacionalismo catalán. Lograron imponerse al poder civil, forzar la dimisión de García Prieto, exigir a Dato su legalización, suspender las garantías constitucionales y reforzar la censura de prensa.

Ese mismo verano el nacionalismo catalán, en la Asamblea de Parlamentarios, planteó un grave reto al Estado. Hubo vanos intentos en 1906, pero fue en 1917 cuando se planteó explícitamente crear la región autónoma de Cataluña. Tras morir Prat de la Riba, líder de la Lliga Regionalista, Cambó reunió a 48 diputados en Barcelona para exigir elecciones constituyentes y la autonomía catalana. Dato desprestigió la Asamblea como separatista, la disolvió como sediciosa, detuvo a sus participantes, suspendió periódicos y envió el ejército a Barcelona. Cambó respondió que Cataluña tenía la alta misión de salvar a España y de ser un modelo regional en este momento épico y trágico de su historia. Alfonso XIII creyó que los catalanes buscaban la independencia y gobernarse desde Barcelona, pero propuso a Cambó formar un gobierno y celebrar elecciones. En Madrid se eligió a los ministros catalanes Ventosa y Rodés, con los que se formó el gobierno de concentración de García Prieto, excluyendo a los conservadores de Dato y a los liberales de Alba.

 

En agosto de 1917, UGT y CNT convocan en Valencia una huelga general revolucionaria para cambiar la estructura política y económica del país, crear un gobierno provisional y acabar en elecciones constituyentes. Enseguida se extendió a Asturias, Vizcaya, Barcelona, Zaragoza, La Coruña y Valladolid. El rey, para atajarla, sustituyó a Dato y formó el citado gobierno de concentración de García Prieto. La represión costó 71 muertos, 156 heridos y 2000 detenidos. Largo Caballero, Saborit, Besteiro y Anguiano fueron condenados a cadena perpetua en un consejo de guerra. Luego los socialistas fueron amnistiados al ser elegidos en 1918 junto a Pablo Iglesias e Indalecio Prieto.

Esta huelga revolucionaria de 1917 conmocionó a Valladolid, donde los jornaleros ferroviarios, los de Prado, Gabilondo, Electra Popular y Silió padecían desabastecimiento, carestía y bajos salarios. Los sindicatos de la Compañía del Norte habían convocado en marzo una huelga de tres días, pero en agosto la Unión Ferroviaria y el Sindicato del Norte proclamaron la huelga general en solidaridad con los despedidos en Valencia. Pararon 1338 de los 1627 ferroviarios vallisoletanos y acabaron despedidos el 15%. Se declaró el estado de guerra en la ciudad hasta octubre. Fueron detenidos el concejal socialista Óscar Pérez Solís y el republicano José Garrote (fusilado en 1936), a quien luego 545 compañeros ferroviarios firmaron un sentido homenaje. El periódico ‘Adelante’ se suspendió y se cerró la Casa del Pueblo.

Recordando el centenario de 1917 y pensando en nuestra grave situación actual, la historia nos advierte de que los nacionalismos siempre han levantado fronteras y muros, causado fracturas y desigualdades sociales y originado guerras.

 

Editado en El Norte de Castilla del 11 de noviembre de 2017

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.