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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

¿Pósperos Años Veinte?

¿PRÓSPEROS AÑOS VEINTE?
PEDRO CARASA
Toda crisis ofrece la oportunidad, no solo de hacer catarsis del pasado, sino de crear genios adelantados a su tiempo para descubrir y asimilar lo nuevo que está naciendo.

La historia avanza enlazada por crisis y etapas de prosperidad que se retroalimentan y necesitan. Hace cien años se pasó de la Semana Trágica de 1909, la Gran Guerra del 14, la crisis de 1917, la gripe del 18 y el combativo Trienio Bolchevique, a la década de la prosperity de los felices años veinte. Tornó después la gran depresión del 29, escenario de la crisis de Estado entre Dictadura y Segunda República, y siguió la Guerra Civil que sepultó la democracia.
Al salir de la crisis de 2008, nos creemos hoy en camino hacia la década de otros felices años veinte. Pero nos rodea un mundo líquido e incierto que borra seguridades y crea conflictos, nos inquieta la crisis climática, nos complican las frentistas apuestas electorales de nacionalistas, populistas y ultras como Trump, Bolsonaro, Salvini, Puigdemont o Torra.
Si oteamos nuestra meseta y analizamos el legado dejado por la crisis, se ve insegura la prosperidad de los años veinte. Varios indicadores demográficos, económicos, de bienestar social, de calidad de vida y de cultura de Castilla y León siguen atascados en torno a la media nacional desde 1983 y se frenaron desde 2008.
La comunidad es demográficamente estéril, sus generaciones se desequilibran y el envejecimiento se acelera. En general, la juventud encuentra aquí poca salida laboral y escasa promoción social. El mercado de trabajo se deteriora, no hay oportunidades de empleo, el alza salarial de los que salen triplica a los que se quedan. Emigran los mejores talentos (cien mil jóvenes salieron a trabajar fuera en esta década) e inmigran los más necesitados. Tanto desean el retorno que los jóvenes castellanos que trabajan en Madrid se han asociado para promoverlo.
El cacareado músculo financiero regional se derrumbó y las Cajas corruptas empobrecieron a los hipotecados. La producción industrial de 2015-19 se alejó algo de la media nacional, la industria automovilística atraviesa hoy una compleja transición energética y caen sus ventas un 5%. Hay menos empresarios e inversores y la pequeña y mediana empresa sufre dificultades. A su vez, el pequeño comercio también padece para sobrevivir.
A pesar de la PAC, agricultores y ganaderos están aquejados y quejosos. El acentuado declive del mundo rural ha centrado el clamor de la España vaciada en la meseta, mientras sus políticos no lo ven como un acuciante problema propio. La administración local es cara y poco eficaz, muchos minúsculos ayuntamientos y núcleos rurales dispersos no pueden asegurar los servicios sociales básicos. Aún las Cortes no han logrado acordar una ordenación territorial eficiente.
No hay política ambiental que mantenga de forma sostenible los montes y el agua. El medio natural mesetario, ya pobre en ventajas hídricas y climáticas, ha perdido muchas defensas naturales por las sequías, avenidas, incendios que están reduciendo la biodiversidad sostenible.,
También el Estado de Bienestar ha sufrido en la crisis recortes en enseñanza y sanidad que levantaron mareas verdes y blancas. Las ayudas a la familia han sido insuficientes. No se ha corregido el analfabetismo digital de los mayores ni el desierto rural de Internet.
En política, el cansino gobierno regional de tres décadas cometió casos de corrupción y clientelismo que siguen bajo la alfombra y han alimentando una actitud política de resignado continuismo. Los partidos y líderes políticos no han sido relevantes ni muy activos ante los déficits sociales y económicos de la crisis.
La identidad castellana y leonesa anda por los suelos y se ha roto la convivencia regional por el provincianismo, el populismo localista y el victimismo irredento que se atrevió a gritar «¡Qué maravilla, León sin Castilla!». La Fundación Villalar se ha debilitado por no consolidar la imagen identitaria, lo mismo que la campa de Villalar, desgarrada por segovianismo, leonesismo, burgalesismo o vallisoletanismo.
Las nueve universidades de la región son excesivas y deberían fundirse, pero siguen desconectadas entre sí y en la segunda mitad de los rankings españoles, europeos y mundiales. Separadas no logran destacar en docencia ni investigación, el plan de Bolonia no las ha mejorado mucho y su acceso a proyectos internacionales de I+D+i es limitado.
La televisión regional es percibida como localista, poco crítica y seguidista de los poderes dominantes, atenta a músicas, fiestas y folklores, pero alejada de los movimientos y problemas regionales más actuales. La programación cultural de ayuntamientos abunda en mercadillos, tapas y peñas. Por su parte, la sociedad no genera organizaciones culturales críticas y basa su ocio en deportes de masa y concursos de pinchos.
Nuestro excelente patrimonio es tratado solo como recurso turístico, carece de medios de investigación, restauración y mantenimiento a su altura, pues ni el Gobierno ni las universidades consiguieron ubicar aquí un Centro Nacional de Investigación y Conservación del Patrimonio.
La experiencia de la crisis y el cambio de década nos exigen un nuevo rumbo, no solo para superar esos viejos retos pendientes, sino para innovar y anticiparse a los difíciles y apasionantes cambios sociales y culturales futuros. Toda crisis ofrece la oportunidad, no solo de hacer catarsis del pasado, sino de crear genios adelantados a su tiempo para descubrir y asimilar lo nuevo que está naciendo. ¿Hemos aprendido los dos consejos?
Ah, se me olvidaba, les deseo un próspero 2020.

Editado en El Nort4e de Castilla del sábado, día 11 de enero de 2020

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.