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El Mirador de Clío

Una solución común a un problema global

Una solución común a un problema global
Vivimos hoy otra profunda crisis global capaz de cambiar la vieja cultura social, económica y política. Así lo estiman más de 300 historiadores europeos en una carta enviada a Bruselas. Con sensatez dicen que el coronavirus puede hacer desaparecer la democracia y la UE

PEDRO CARASA Valladolid Sábado, 11 abril 2020, 12:50

         Las crisis epidémicas han generado en la historia transformaciones económicas, cambios sociales y relevos políticos. Las enfermedades infecciosas hicieron caer imperios, las plagas de Antonino castigaron al Imperio romano cuando los bárbaros lo debilitaron. El Imperio chino Han colapsó por epidemias. La peste negra alimentó el antijudaísmo y eliminó a una cuarta parte de la población medieval. Hernán Cortés derrotó al Imperio azteca por los gérmenes europeos que diezmaron a los indígenas; después la viruela facilitó a Pizarro someter al Imperio incaico. El crecimiento de la población del siglo XVIII se debió al control epidémico por la invención de las vacunas de Fewster y la variolización de Jenner. El cólera de 1833 ayudó a los liberales al acusar a los jesuitas de la infección. Las epidemias de fines del XIX estimularon el higienismo, los sanatorios y la anticolérica de Ferrán. La gripe de 1918 tuvo consecuencias psicológico-sociales, acentuó el odio de posguerra, desagregó la sociedad y profundizó nuestra crisis social llamada bolchevique.
           Vivimos hoy otra profunda crisis global capaz de cambiar la vieja cultura social, económica y política. Así lo estiman más de 300 historiadores europeos en una carta enviada a Bruselas. Con sensatez dicen que el coronavirus puede hacer desaparecer la democracia y la UE. La mayoría de sus países miembros van a entrar en la más profunda crisis de pobreza, paro y endeudamiento desde 1945. Escriben que Europa debe reaccionar, garantizar estándares comunes en salarios y bienestar, restaurar perspectivas futuras para los jóvenes y otorgar a la Unión competencias en las tareas sociales que los Estados nacionales ahora no pueden cumplir: La seguridad colectiva, la sostenibilidad ambiental, las migraciones, las grandes infraestructuras de telecomunicación, la investigación básica y la sanidad pública. Se ha hecho mucho desde 1945 y sería penoso perderlo por la ofensiva nacionalista y populista, alimentada por el 11S, el 11M, la guerra de Irak, el Prestige, la crisis de 2008, el Brexit y el coronavirus.
         Nos unimos también a la voz del jurista y filósofo Ferrajoli que reclama un constitucionalismo planetario e instituciones globales de garantía social en la Unión Europea. Habla del demanio [dominio público] planetario, ya conocido para tutelar el agua, el aire, los glaciares y las forestas. Quiere extenderlo para que Europa financie y garantice los derechos sociales a la educación, la salud y la alimentación básica, reconocidos por las cartas internacionales, dotándose de los poderes políticos y fiscales apropiados.
Pero las instituciones jurídicas y políticas nacionales de hoy no son capaces de resolver estos retos. Las agendas de nuestros gobiernos no dimensionan la trascendencia global de supervivencia planetaria de esta crisis. Es obsceno el espectáculo de lucha partidista en pleno drama social, crudo trance humanitario y hondo colapso económico.
        El Estado de la España autonómica se ha quedado atrofiado, ha perdido competencias básicas en servicios sociales, sanidad y educación, sus ministerios de sanidad y educación se han quedado disminuidos y tienen dificultades para imponer un mando único en trances como el presente. El sistema no garantiza que el Estado ofrezca estos servicios en pie de igualdad y solidaridad a todos los españoles. Los 17 sistemas de salud autonómicos, diferentes y ajenos entre sí, no han tenido la previsión, investigación y equipamiento suficientes para controlar la mortalidad del Covid-19. Nuestra cultura política y social ha sido inmediatista e individualista, ha faltado sentido de Estado y ha mostrado sobredosis autonómica, se ha debilitado el Parlamento, se han fragmentado los partidos y se ha resentido el Estado de Bienestar disperso en competencias autonómicas.
        Si el Estado español ha tenido poca capacidad para frenar la mortalidad del Covid-19, Europa se ha roto insolidaria entre norte y sur, el G20 no responde, la OMS ha liderado insuficientemente la crisis y están desaparecidos la OTI, la OTAN y la ONU. Tanto, que 30 líderes de todo el mundo acaban de urgir al G20 una respuesta común contra el virus.
En España se apela en vano a Pactos de la Moncloa y en Europa a Planes Marshall, porque sus proponentes saben que no hay actores con voluntad para lograrlo. Porque la mayoría han valorado lo contrario: Fronteras, autodeterminaciones, soberanías, censuras, populismos extremistas, ideologías excluyentes, superioridades culturales y prioridades racistas.
        La crisis nos deja pendientes graves cuestiones de futuro: El respeto y cuidado de la naturaleza. La protección laboral y fiscal de la familia. El abandono de los mayores, actores de la Transición que dejamos morir solos. La mínima inversión en ciencia e investigación. El teletrabajo, teleducación, teleasistencia y la inteligencia artificial. Las redes sociales y medios de comunicación dedicados a hacer relatos falsos y crear bulos. El trabajo visto como mero factor productivo y no como labor humana y familiar. La migración global desprotegida e incluso perseguida. La España vacía como mera fuente barata de alimentos. Y otros muchos.
         En definitiva, padecemos una crisis que va a cambiar nuestro mundo, mientras los políticos, cada uno a lo suyo, van por detrás, sin verla como problema global, ni otear el futuro.

 

Aparecido en la versión digital de El Norte de Castilla del sábado, 11 de abril de 2020

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.