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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

Vecinos comuneros

Vecinos comuneros

«Después de los recortes de 2008, de los indignados de 2011 y de la pandemia de 2020, estas asociaciones tal vez ya no deban mirar tanto al urbanismo cuanto a los nuevos problemas de las personas»

Actividad solidaria de la asociación de vecinos de la Rondilla./Henar Sastre
Actividad solidaria de la asociación de vecinos de la Rondilla. / HENAR SASTRE
Pedro Carasa
PEDRO CARASA Valladolid 

Las asociaciones de vecinos han liderado el mayor movimiento social urbano de España desde fines del franquismo hasta el 11M. Lucharon por la caída de la dictadura, la conquista de la libertad y la participación política en la gestión de unas ciudades solidarias y sostenibles. Tras la primera asociación de Vallecas en 1968, Millán Santos se movilizó en Delicias de forma pionera desde 1969. Ahora se celebra el cuadragésimo aniversario de la creación de la Federación de Asociaciones de Vecinos Antonio Machado, que coordinó la unidad muchas asociaciones vallisoletanas. Merecen nuestro reconocimiento porque fueron una escuela de democracia que dio un carácter popular a la Transición en Valladolid.

Las asociaciones suelen nacer en las crisis, momentos oportunos para superar viejos defectos y crear nuevos proyectos con que superar los retos presentes. Al final de la dictadura y durante la Transición hicieron un comprometido esfuerzo por participar en la gestión de la ciudad, procurar la justicia social, repartir mejor los servicios, asegurar la sanidad y educación públicas, humanizar el urbanismo, conseguir la dignidad e integración social de los barrios y superar las desigualdades y exclusiones de sus vecinos.

Una constante de la acción de estos vecinos ha sido la unión de todos para elaborar programas conjuntos y pactados, porque cada crisis exige siempre acordar, solidarizarse, consensuar, cooperar, negociar y aliarse. Así ha nacido la cultura social de tantas instituciones históricas: familia, concejo, ayuntamiento, comunidad de villa y tierra, hermandad, cofradía, gremio, comunidad, socorro mutuo, sociedad de resistencia, montepío, junta, asociación, concordato, cooperativa o sindicato. Estas comunidades lanzaron los gritos de ‘La unión hace la fuerza’, ‘El pueblo unido jamás será vencido’ o ‘Proletarios del mundo uníos’.

En general, las asociaciones nacieron desde la iniciativa popular, la solidaridad desde abajo organizó los movimientos sociales, movilizó a trabajadores, asoció a vecinos de barrios y movió mareas. Fue más intenso el movimiento colectivo cuando las crisis fueron más profundas: Levantamiento comunero, caída del absolutismo, guerra de la independencia, nacimiento de la soberanía nacional, revolución de 1868, fracaso militar en Marruecos, crisis social de 1919-22, exilio y represión de la Guerra Civil, crisis del petróleo con reconversión industrial, transición democrática, mareas populistas y pandemia de 2020. Sin embargo, en esos trances, la unión no prendió en los partidos políticos, al revés, tendieron a romperse en las crisis y a crecer en los triunfos electorales.

Entre estos movimientos de unidad popular destacó la valentía de las asociaciones de vecinos. Muchos barrios urbanos se movilizaron unidos desde 1968 en el último franquismo y la Transición. También en Valladolid, este extenso movimiento social urbano, independiente y cívico, implantó grandes avances en vivienda, sanidad, transporte, abastecimiento, empleo, participación ciudadana, solidaridad, pacifismo, medio ambiente, inclusión social, igualdad de la mujer, antirracismo, igualdad e identidad de los barrios. El movimiento cuenta hoy con casi 50 asociaciones vecinales de otros tantos barrios de la capital y su alfoz, que han federado a casi 15.000 vecinos. Por delante de sindicatos y partidos, sembraron en el pueblo la semilla democrática antes de la Ley de Reforma Política de 1977. Desde aquella intervención de Millán Santos en 1969, Valladolid debe agradecer a las asociaciones todos esos avances de servicios y la incorporación de los barrios a la ciudad.

Fueron además una escuela de democracia y una didáctica de participación, que no han sido recogidas por la historia oficial de la Transición, centrada solo en el consenso de las elites minoritarias. No es verdadero el relato populista del régimen de la Transición como un reparto de poder entre la casta corrupta franquista, militar, empresarial, política y sindical contra el pueblo. La Transición fue un mérito de toda la sociedad española, fue colectiva y debe subrayarse el protagonismo popular que tuvo el compromiso de tantos vecinos, estudiantes, profesores, profesionales y obreros. Y fue pionero el protagonismo de las asociaciones de vecinos.

Después de los recortes de 2008, de los indignados de 2011 y de la pandemia de 2020, estas asociaciones tal vez ya no deban mirar tanto al urbanismo cuanto a los nuevos problemas de las personas. Siguen valiendo sus cien reivindicaciones urbanas de la Carta Ciudadana de 2019-23, pero deben hacer un relevo generacional de asociados y dirigentes, actualizar sus demandas a los retos sociales más urgentes de hoy y usar los lenguajes de la comunicación en red.

Vivimos hoy una emergencia del país muy honda. La polarización política y el independentismo deterioran la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y minan el símbolo del rey. La urgencia social incrementa gravemente el paro y la pobreza. No son eficaces 17 gestiones autonómicas divergentes de la educación y la sanidad. La economía no supera el viejo sistema productivo, no integra las nuevas formas de trabajo y se endeuda en exceso. La pandemia descubre debilidades en el sistema sanitario, azota con rigor a mayores, dependientes y familias populares y está siendo gestionada con lenta eficacia.

Lamentamos que los representantes del pueblo no practiquen la unidad exigida por tan grave situación. Asistimos atónitos a peleas infantiles en el Parlamento, mezquinas luchas personales, sucios insultos, enconamientos no exentos de odio, aritméticas variables que buscan mantenerse en el poder sin legislar ni gobernar para todos, censuras usadas como atajos electorales para ocupar la Moncloa. Así no representan el sentir de la sociedad española, son solo víctimas de sus burdas luchas por el poder y de sus miopes tácticas electoralistas. La sociedad no se siente representada en este frentismo, solo está agobiada por la supervivencia social e inquieta por la inseguridad sanitaria y económica. Es peligroso alimentar esta cultura política que devalúa la representación parlamentaria, desconfía de sus gobernantes y desprecia los símbolos de unidad.

Celebrando la unidad de los vecinos comuneros federados desde 1980, protestamos por los políticos enfrentados e incapaces de unirse para resolver los graves daños que afligen a la sociedad.

Editado en El Norte de Castilla del 29 de octubre de 2020

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.