>

Blogs

Pedro Carasa

El Mirador de Clío

Delibes ganó la posguerra

PEDRO CARASA Historiador

«Al subrayar los hondos valores de Castilla, los rescató del secuestro con que los estaba desfigurando la España vencedora, la Valladolid falangista y la Iglesia rancia»

 

En el centenario de Delibes queremos realzar su valiente comportamiento en la crisis histórica de la posguerra española. Entonces respondió decidido a las dificultades surgidas en su formación como profesor, periodista y escritor. No entraremos en su estilo literario, destacaremos solo su resuelto mensaje de valores naturales, humanos y castellanos en aquel trágico repliegue que estancó al Valladolid pobre, patriótico y piadoso de los años cuarenta.

En 1938 se presentó voluntario a combatir en la marina nacional para no ser llamado a filas en infantería. Al volver, tras estudiar Comercio, Derecho y Artes y Oficios, fue periodista en El Norte de Castilla y profesor en la Escuela de Comercio. Pero el camino de la posguerra le fue difícil, contra corriente, porque el poder censuró su novela Aún es de día, criticó su libro de profesor de historia y reprobó su gestión en El Norte.

En estos años España tomó una deriva dramática. Prolongó la guerra con la persecución, el exilio, la autarquía y el racionamiento, y hundió su demografía, dividió la sociedad, cerró su economía y aceptó el fascismo. Valladolid acabó atenazada por la represión y la desmoralización. Pero Delibes superó este entorno hostil y reaccionó con valentía. Convirtió en estímulo la dificultad de su familia numerosa. Ante los conflictos como periodista de El Norte se cobijó de la censura bajo el título de El caballo de Troya y abrió la ventana del Aula de Cultura para ventilar aquella ciudad hermética. Y consiguió despegar como un novelista crítico, inquieto por defender la naturaleza, dolido por la ruina del mundo rural y pesimista por el sentido de la muerte que impregnaba aquel ambiente violento.

La misma crisis que hundió a España y echó a Valladolid en brazos del vencedor, empujó en cambio a Delibes a contradecir al tradicionalismo falangista y clerical y a novelar los hondos valores de su lengua y su tierra que eran contaminados por la dictadura.

Se ha dicho que en la literatura de posguerra sólo revivieron los escritores del exilio. Pero Delibes logró reaccionar desde dentro, le indignó la desmoralización, la beatería farisaica y la justificación de tanto fusilamiento y represión.

Las corrientes literarias se diferenciaron en novela existencial, realismo social y tremendismo. La primera la practicaron Delibes, Aldecoa y Laforet al describir personas en conflicto existencial con su entorno, de vida cotidiana triste, desoladora y frustrada. Delibes no quiso ser Gironella, porque escribió novelas políticamente incorrectas que reflexionaron críticamente sobre el dolor de posguerra. Tampoco imitó a Cela, porque evitó el tremendismo. La novela existencial de Delibes en los hostiles cuarenta se situó en medio, y anticipó algo del realismo social de los cincuenta contra las calamidades de la guerra.

Su primera novela, La Sombra del ciprés es alargada (Nadal de 1947) fue una mirada mística y pesimista a la muerte, eco de la guerra civil. La segunda, Aún es de día, fue otro sombrío relato realista con una esperanzadora fábula. Sus personajes se movían en ambientes brutales de miseria, alborozo y sordidez, no exentos de humor; pero, al final, cuando aún es de día, lograron salir a la luz. La censura cortó en ella un infanticidio porque lo creyó un aborto. Tras padecer tuberculosis, Delibes escribió la tercera novela, El Camino, encuadrada en un escenario de la naturaleza donde un niño sufre el éxodo del campo y su exclusión en la ciudad. El Mochuelo, el Tiñoso y el Moñigo descubrieron que las mujeres parían como las conejas, pero trabajaron penosamente la tierra y anhelaron llegar a la ciudad.

A pesar de tanta adversidad, Delibes no huyó de Valladolid a Madrid o Barcelona, tras sus editores. Al revés, convirtió la ciudad y su periódico en foco de atracción para colegas perseguidos. Arraigó en ella como un árbol que crece donde lo plantan. Pero le tocó vivir un Valladolid de pobreza, fanatismo político y obligada piedad que le resultó un opresor caldo de cultivo para formarse como caricaturista, crítico de cine, profesor y novelista.

Consiguió librarse de los tres ejes de supervivencia que centraban la ciudad: Auxilio Social, Teatro Calderón y Santuario Nacional. Aprendió a esquivar las tres profesiones que brillaban más que el sol: cura, cadete y juez de instrucción. Se libró de las tres turbas de colas de abastos, de oyentes de sermones y de gente de bulto que aplaudía actos patrióticos.

Las instituciones de la ciudad servían al régimen, el Auxilio Social buscaba más propaganda falangista que caridad cristiana. Estaba desmoralizada la población, no era pecado el estraperlo ni la violencia represora, pero era mortal el incumplimiento dominical y pascual. No preocupaba la justicia, solo inquietaba la moral de escote y pantorrilla. Desde 1942, los vallisoletanos asistían a militarizadas procesiones de Semana Santa. La enseñanza al servicio de la causa imponía saludos militares, ritos, símbolos y cánticos patrióticos falangistas a los niños, medio monjes medio soldados, en los patios de las escuelas. En la capital, mitad cuartel mitad sacristía, el clero exaltaba la violencia política, la represión y los fusilamientos.

Era urgente una tarea de reconstrucción moral, que Delibes consiguió con sus personajes que rezumaban un humanismo natural, familiar y vecinal, contrario al tradicionalismo franquista. Delibes vivió en su vida y promovió en sus libros la familia, que también fueron leídos en familia. Su profunda valoración del campo, de la naturaleza y de la lengua de sus mayores no era arcaica, no pertenecía al ruralismo franquista. Porque no idealizaba una Arcadia feliz, denunciaba más bien que las carencias humanas del consumo vaciaban de servicios el campo. Anticipó la España vaciada al escribir que los pueblos eran el símbolo de la estrechez, el abandono y la miseria. «Hemos matado la cultura campesina pero no la hemos sustituido por nada, al menos, por nada noble».

Delibes venció la posguerra vallisoletana de pobreza, represión y fanatismo y consiguió afirmarse como periodista, profesor y escritor. Al subrayar los hondos valores de Castilla, los rescató del secuestro con que los estaba desfigurando la España vencedora, la Valladolid falangista y la Iglesia rancia. Consiguió su lugar propio en la literatura, se situó entre la novela franquista y el tremendismo y encarnó en sus novelas referentes existenciales y éticos.

Una lección para quienes ahora estamos agobiados por la sanidad y la economía en declive. Como a Delibes, la crisis puede ayudarnos a ajustar nuestras capacidades y estimular valientes decisiones para superar el presente y afrontar el futuro.

 

Se publicó en la edición de papel de El Norte de Castilla del viernes, 11 diciembre  de 2020

Temas

Viva la Pepa

Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.