>

Blogs

Pedro Carasa

El Mirador de Clío

El poso de las olas

Pedro Carasa. Historiador

      Las epidemias históricas nos han ayudado a organizar la vida social y cultural de una manera más humana, a salvar vidas y a mejorar la convivencia. Enseñaron a creer en la ciencia como la única solución segura de las enfermedades. Vacuna, biología, virología, epidemiología, inmunología, farmacología e higienismo nacieron así para vencer de forma racional y humana la viruela, paludismo, tifus, cólera, tisis, fiebre española y covid. Entonces España lideró una exitosa campaña de vacunación contra la viruela en sus colonias.

La gestión de las epidemias humanizó las ciudades, originó servicios municipales, saneó las aguas y abastos, ordenó calles y manzanas, creó juntas y zonas de sanidad, formó desde los hospitales de pobres un sistema sanitario, levantó casas de socorro y gestó desde la beneficencia municipal la asistencia pública domiciliaria. Numerosas toponimias urbanas recuerdan este origen sanitario de barrios y calles.

El coronavirus que padecemos no es un bicho asesino enviado por el malvado destino de la naturaleza para destruirnos. Es inoportuno ese lenguaje bélico y milenarista. Se trata de un fenómeno reiterado en la evolución natural que ha desarrollado nuestra especie durante millones de años. Es una simbiosis de colaboración reactiva entre virus y célula, en la que ésta consigue su inmunización frente al microorganismo patógeno.

Desde las plagas de Egipto se explicó este fenómeno como castigo divino o nefasto destino. Aún hoy proponen algunos culpas extrañas y trisagios. Los mismos políticos, aunque saben que la ciencia es su única explicación, buscan culpables y generan tensión, frentismo y crispación: Nacionalistas contra el Estado, centralistas contra las Autonomías, éstas entre sí, la izquierda contra la derecha, un coaligado contra otro, una provincia frente a la vecina. Falsas cortinas y chivos expiatorios que no dejan ver el lado humano de la crisis e impiden abordarla con razón y responsabilidad ciudadana. No podemos mirar a otro lado sin ver los déficits humanitarios que impiden alcanzar un compromiso colectivo entre sanitarios, políticos y ciudadanos.

Algo no hemos hecho bien en la pandemia que nos afecta al dejarla crecer en tres olas imparables. Han faltado valores humanos en su gestión social y política. Las tres olas nos han planteado un examen de reválida de humanidad que hemos suspendido. En su tratamiento hemos mostrado graves déficits sociales, culturales, políticos, económicos, sanitarios, docentes, laborales, urbanos y domiciliarios, que han causado graves carencias de humanidad en el confinamiento y las restricciones.

Nuestras ciudades, viviendas, espacios y trabajos estaban diseñados para producir, vender y consumir, y no han protegido la convivencia humana y la vida familiar en este trance. Nuestra ordenación territorial y cultura autonómica han impuesto excluyentes fronteras, competencias, foralidades e independencias, de manera que cada elite regional ha impuesto su visión aislada y excluyente de la sanidad y la educación.

El sistema sanitario ha mostrado graves carencias de prevención y ha sobrecargado en exceso al personal sanitario. Hemos minusvalorado a las personas mayores, casi la mitad de los muertos. El Estado tenía desprotegida gran parte de la dependencia dejada en manos de inversores descarados. Ha empeorado la crisis del Estado de Bienestar, con graves problemas en sanidad, residencias de mayores y seguridad social.

La gestión política ha priorizado la producción y el consumo y ha dejado en segundo plano lo humano y lo social. El economicismo, el populismo callejero y el electoralismo partidista han restado sensibilidad social en los políticos. El Papa Francisco ha dicho que condenar más la caída de cinco puntos de la bolsa que la muerte de miles de ancianos es apoyar la exclusión y la inequidad, que equilibrar economía y sanidad ante el virus es injusto, inhumano y mercantilista, porque la vida de una persona no puede igualarse al mercado, al trabajo o la bolsa. El afán electoralista de salvar la Navidad ha empeorado la sanidad de todos.

Demasiados políticos han mentido, ocultado, manipulado y contradicho la información y las cifras. El débil Estado, las fuertes elites territoriales, el roto y cautivo gobierno de coalición, la tirantez entre Madrid y Barcelona y los pactos con soberanistas han impedido un plan sanitario y social para todos. La pantalla ficticia de la cogobernanza ha permitido al gobierno electoralista traspasar a las Autonomías el desgaste político de las medidas impopulares. Al final, el galimatías de medidas autonómicas, a veces de pueril competitividad, ha sembrado desconfianza, confusión y discriminación.

El confinamiento, teletrabajo y cierre de colegios ha castigado a las familias trabajadoras y profesionales con graves problemas de conciliación laboral. A pesar del gobierno radical de izquierdas, no se han dedicado recursos disponibles para apoyar familias, mayores y parados. Ha habido fallos importantes en la gestión: Información errática, poco rastreo de contagios, inexistencia de comisión de expertos, datos inexactos de mortalidad, reparto de fondos por pactos de investidura, vacunación lenta sin plan ni equipos paralelos propios, uso electoral partidista del ministro de sanidad, etc.

El uso masivo de las relaciones virtuales, redes sociales, compra on line, videoconferencia, audios y videos de wasap, ha aliviado dramáticas situaciones de soledad. Pero su uso en momentos difíciles ha limitado la riqueza humana de nuestros hábitos de compañía, abrazos y presencia afectiva corporal.

La mayoría de las viviendas, diseñadas por el negocio inmobiliario solo para comer y dormir, no han favorecido la convivencia ni el teletrabajo. Las calles trazadas para circular vehículos, acceder a comercios y centros de consumo, no han servido para el encuentro, la actividad cultural y la vida vecinal. Con la pandemia hemos valorado movernos como peatones y ciclistas, aunque fuera con la disculpa de pasear al perro. Porque inmovilizados, confinados, cerrados, aislados, aforados y distanciados hemos echado en falta el espacio social y exterior que nos han robado. Hemos tenido ansia de un ventanal o una terraza.

Nos prometieron volver al paraíso de una nueva normalidad, que no va a llegar tras esta gestión deshumanizada, mercantilista, ideologizada y fragmentada. Lo que deseamos es que los políticos de izquierda que gobiernan se dejen de fronteras, nacionalismos y frentismos y gestionen la pandemia con atención a lo humano, lo común, lo científico y lo sanitario.

 

El original se publicó en El Norte de Castilla del viernes, 29 de enero de 2021.

Temas

Viva la Pepa

Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.