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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

Los Colores del Canal

Pedro Carasa. Historiador

Para recibir el anhelado verano, tras tanto agobio pandémico y político, invito a valorar y pasear el Canal de Castilla viajando por su cromática historia. Navegaremos por este río tan bien hecho, desde la Parva de la Ría hasta su origen en Alar del Rey, para mostrar que fue ágil, de cintura flexible y capaz de superar dificultades y adaptarse en seis etapas coloreadas que resumen su rica y difícil singladura.

Nació de la pasión comercial de la Castilla interior, amurallada de montañas y sedienta de mar, que mercadeó con La Hansa, alcanzó América, conquistó Flandes y se atribuyó una misión agraria, comercial, ultramarina e industrial. Castilla buscó la costa por la vía más difícil y quijotesca. Descartó el Duero navegable y osó construir una formidable escalera de agua sobre Tierra de Campos que subiera al Cantábrico, peñas arriba, a base de compuertas, saltos y azudes, para llevar el cereal castellano al mercado americano y traer sus productos coloniales. Veremos cómo supo cambiar el uso de estas 49 esclusas para pervivir hasta hoy.

Fue parte de la revolución de los transportes en la meseta castellana, vinculada al ferrocarril e ideada por técnicos franceses. El Canal tuvo en el tren su fantasma, nació porque no existía, fundió en Alar la dársena y la estación, el camino de agua y hierro, alcanzó el mar con los raíles de Alar a Santander, resucitó  con la mina carbonífera de Barruelo de la mano de la Cia El Norte, y al fin fue atropellado por las locomotoras que unieron Valladolid y Santander.

Su vida fue azul, como el agua dulce que regó las áridas tierras de los Campos Góticos, abasteció a sus villas y ciudades y ofreció a la élite triguera una atrevida vía de transporte hacia el mercado y el mar.

Conocemos bien su primera actividad blanca, la ocupación harinera, con molinos a la maquila convertidos en más de 20 fábricas, que generó la industrialización agroalimentaria castellana. Todo un bagaje preindustrial que pasó de la Iglesia desamortizada y los concejos a la llamada burguesía harinera. También vivió una etapa marrón artesanal, al generar ferrerías, batanes, talleres textiles, tintes y cerámicas, cimientos de la revolución industrial en la región.

Destacamos sobre todo su actividad amarilla, cuando transformó molinos maquileros y harineras en fábricas de luz. Fue la etapa menos conocida pero la más brillante, porque la chispa eléctrica fue su destino más lúcido e influyente, se convirtió en el motor energético revolucionario que lideró la producción y distribución de energía eléctrica en el norte de España. Así el Canal sembró la semilla de Iberduero, desde que el filamento de la bombilla enrojecía tenue al atardecer, hasta acabar siendo la fuerza eléctrica que movió la industrialización asturiana y vasca.

La crisis triguera y su enemigo ferroviario orientaron al Canal, en su última fase negra, a adaptarse a la explotación carbonera en Barruelo de Santullán, bajo el patrocinio empresarial y financiero de la Compañía del Norte.

El Canal vive ahora una resurrección verde, dedicado al regadío, renovación de cultivos agrarios y hortelanos, abastecimiento urbano, turismo ecológico, senderismo y acción cultural. Es verde por la notable riqueza de su fauna y flora, por cultivar una buena colección de plantas propias de un original sistema natural de ribera, por tener catalogadas especies de animales y aves propias o adaptadas al Canal y por clasificar tipos de peces arraigados en sus aguas. Un buen escenario de naturaleza que no ha aprovechado bien la oportunidad de crear una plataforma de turismo especializada en patrimonio industrial y medioambiental.

El Canal es rico por ser versátil: Gestiona el agua, urbaniza, navega, moltura, genera luz, relaciona naturaleza y vecindad, comunica, comercia, riega, renueva cultivos, pesca, abastece, repuebla, sanea, higieniza, crea leyendas y milagros, procesiona cultos, difunde cultura, expande arte, innova arquitecturas, importa técnicas hidráulicas, crea oficios, traza ejes sociales y económicos, anuda territorios, conserva el medio ambiente. ¡Cuántos pueblos del rey nos lo recuerdan! ¡Cuántas navas saneadas de paludismo nos lo dicen! ¡Cuántos textiles, cueros, papeles, armas y tintes han creado sus artesanos!

Ha generado un diccionario de la cultura de agua, harina y navegación con palabras (muchas árabes) tan biensonantes como: Camino de sirga, retención, dársena, portona, 70 puentes, acueducto, sifón, pretil, álabe, azud, pesquera, astillero, dragadora, arqueta, andén, almacén, esclusa, esclusero, rueda de moler, dique seco, arca de riego, cuérnago, aliviadero, ladrón, desagüe, ramal, ramalillo, 350 barcazas (entre ellas la Maruquesa), cilindro austrohúngaro, cangilón, cernedor, talega, batán, martinete, leguario, mulero, cuadra, establo, molino maquilero, harinera, fábrica de luz …

También ha sido un eje multicolor social, político y económico que compactó las élites de la región. Potenció el breve Reino de Ceres de tren, trigo y talleres. Trenzó trasversalmente la cuenca del Duero, creó lazos de sangre, familias políticas y negocios entre Santander, Palencia, Burgos, Valladolid y Zamora. La élite de poder castellana tejió un denso entramado que interrelacionó agricultura, industria agroalimentaria, comercio, partidos políticos, sociedades de crédito y bancos (Valladolid, Santander, Crédito Mobiliario, Crédito Castellano, Sociedad de Ferrocarriles del Norte) con más de 20 apellidos de élites representantes en Cortes. Esa extensa red de poder creó también un diccionario de personajes políticos, técnicos, empresarios, harineros, financieros, arquitectos y artesanos, como Ensenada, Lemaur, Abarca, Ulloa, Homar, Echanove, Mendizábal, Rafo, Reinoso, Remisa, De los Ríos, Semprún, Calderón, Azcoitia …

Enmarcó la gestión del agua para el desarrollo y la comunicación por parte primero de la Corona, luego de la empresa privada de la Compañía del Canal y desde 1919 del Estado. Hoy es la Confederación Hidrográfica del Duero la que ordena esta gestión pública del agua y dirige el Canal, que es de todos.

Un magnífico legado de patrimonio, ingeniería, economía, arte y medio ambiente, que debemos conservar y entregar a nuestros hijos para que disfruten su valor y su historia. Reclamamos para el Canal más inversión en mantenimiento, difusión, museos, centros de interpretación y actividades culturales que nos inciten a respetar la naturaleza y el agua.

 

Pudicado en El Norte de Castilla del 30 de junio de 2021

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Viva la Pepa

Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.