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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

Cien siglos de olor, color y sabor

«El vino fue considerado un puente entre dioses y hombres, capaz de acercar el más allá y crear un vínculo de comunión espiritual con ellos»

En época de vendimia, podemos volar con las alas de la historia para contemplar el sugestivo caleidoscopio que nos legó el vino. Generó preciosos simbolismos, profundas sociabilidades, fue motor económico, acuñó diccionarios, caló en la literatura y el refranero, creó hábitos sociales en personas, familias e instituciones. Las grandes culturas mediterráneas y orientales lo interpretaron con un hondo significado y lo atribuyeron a héroes míticos o dioses agrarios. Desde la prehistoria, su calado en ecología, territorio, religión, sociedad, familia y arte, unió a civilizaciones con ritos, colores, sabores y olores que encandilan aun hoy a nuestra sociedad.

El vino fue considerado un puente entre dioses y hombres, capaz de acercar el más allá y crear un vínculo de comunión espiritual con ellos. Para el Génesis y la tradición judeocristiana, Noé fue inventor del vino tras el diluvio universal. También la poesía sumeria de Gilgamesh relata la plantación de viñas tras otro diluvio. El vino bíblico simboliza felicidad, medicina, abundancia y representa al espíritu. Para los judíos, al igual que la sangre, el vino es la encarnación del alma, y según la kabala, es depósito del conocimiento. Yahveh lo hizo escatológico al castigar con su privación al pueblo pecador y romper los viejos odres para traer el vino nuevo del Mesías. El cristianismo lo convirtió en sangre de Cristo. Apenas unos pocos herejes, acuarios y maniqueos lo consideraron pecado y hiel del príncipe de la oscuridad. De las grandes religiones monoteístas, solo el islamismo rechazó su consumo.

La historia del vino se ha entrelazado en todas las civilizaciones con agricultura, gastronomía, religión, lengua, fiesta, ocio, arquitectura, mercado, finanzas y arte. Ha estado presente en todo tiempo y lugar, desde los inicios del relato bíblico, antiguo Egipto, Grecia clásica, Imperio romano, los vacceos, Al-Ándalus, Edad Media, Nuevo Mundo, época Moderna, vendimiario revolucionario francés, crisis de la filoxera y su reconstrucción, hasta el boom de la actualidad.

Por ser la vid muy adaptativa y extendida en los climas templados, tras pasar de silvestre a cultivada, logró que la uva fuera la fruta mas recolectada en la tierra. Al tardar la vid 3 o 5 años en dar fruto, no fue cultivada por los nómadas. Se cree que el vino más antiguo se data en Mesopotamia e Irak en el año 8.000 a.C. y en el antiguo Egipto en el sexto milenio a.C.​ Los griegos y los romanos lo simbolizaron con sus dioses Dioniso y Baco y lo convirtieron en rito y alimento público y privado.

En España lo introdujeron los fenicios en el siglo VIII a.C., se data en Huelva y Carmona en el siglo VII a.C. El cultivo monástico fue decisivo para su consumo y conocimiento a lo largo de las edades Media y Moderna. En España y en Castilla fue grave la enfermedad de la filoxera, que entró por los arribes del Duero en 1884, llegó a Toro, avanzó a El Bierzo y Benavente, alcanzó Valladolid en 1890 e invadió Aranda de Duero en 1909. Tan extensa destrucción exigió plantar vides americanas y aislar zonas infectadas.

Esta cultura del vino ha introducido en el diccionario bellas palabras, como estrujar, despalillar, macerar, trasegar, envero, vid, viña, cepa, zarcillo, cuba, hollejo, raspón, sarmiento, vinajera, barrica, tanque, capazo, bota, pellejo, odre, tinaja, garrafón, porrón, fudre, botella, decantador, podadera, espaldera, solera, entutorado, majuelo, añada, bouquet, lágrima, mildiu, oidio, filoxera…

Se registran múltiples variedades de uva tempranilla, garnacha, malvasía o mencía. Abundan las calificaciones de tinto, blanco, rosado, albillo, clarete, de misa, espumoso, generoso, oloroso, mosto, seco, dulce, joven, cosechero, reserva, crianza, ribeiro, albariño, chacolí, mistela o zurracapote. Su mapa de cultivo abarca casi el universo. Hoy un catador maneja cien expresiones de olores, sabores, colores y retrogustos.

El vino ha creado sociabilidad de mesa, bar y fiesta. Formamos un escenario ritual, sea sacro o profano, cuando vamos a misa o a un vino español. A veces se expresa cierta lejanía elitista con las expresiones de solera, linaje, apellido, dinastía o título nobiliario, pero es más frecuente oír la cercanía popular de las palabras bota, porroncillo, chato, pote, peña y senda de elefantes. Los refranes de esta cultura popular insisten en la capacidad que el vino tiene de causar efectos contrarios. Puede ser un acto social o una huida individual a la soledad. Su deleite del paladar puede borrar la mente y cambiar el estado de consciencia. La euforia altera sentimientos, hace del débil un fuerte o del silencioso un parlanchín. Dado que el placer del vino puede generar dependencia, los abstemios lo rechazan como adictivo y venenoso. Al vino se puede acceder desde el extremo de la ignorancia del borracho en la calle o desde la ciencia del enólogo o sommelier en la bodega.

El vino ha impregnado la literatura. Aparece en ‘Libro de buen amor’, ‘Cantar de mío Cid’, ‘La celestina’, ‘El lazarillo’, comedias de Lope, sueños de Quevedo, El Quijote, ‘Luces de bohemia’, Los pazos de Ulloa’ y ‘El hereje’, por citar algunos importantes.

Praxíteles lo esculpió y los mosaicos griegos y romanos lo representaron. Mencionaremos algunos genios que lo pintaron, como Miguel Ángel (Baco Ebrio), Tiziano (Bacanal), Zurbarán (bodegones), Velázquez (Triunfo de Baco), Caravaggio y Rubens (Bacos), Goya (Vendimia), Renoir (Almuerzo de Remeros), Van Gogh (Viñedo de Arlés), Monet (Bodegones), Munch (Autorretrato con botella), Picasso (Botella de vino).

También señeras películas han proyectado su imaginario colectivo y mitología, como ‘Wine’, de Gasnier; ‘Marcelino Pan y Vino’, de Vajda; ‘Días de vino y de rosas’, de Edwards; ‘La leyenda del Santo Bebedor’, de Olmi; ‘Entre copas’, de Payne; ‘Mondovino’, de Nossiter; ‘El Padrino’ y las bodegas de la saga Coppola.

Como en todas las culturas, en las autonomías españolas se han utilizado las denominaciones de origen del vino como emblemas políticos regionales. Lo han manejado en apoyo de la identidad territorial las localidades, capas sociales y políticos de la cuenca del Duero desde 1982. Incluso desde este momento, el vino sirvió en la comunidad para reactivar la economía, bajo las denominaciones de Vega Sicilia, Ribera del Duero, Toro, Cigales, Rueda, Arribes, Tierra del Vino y Bierzo.

Convencidos por tan valioso legado que el vino ha dejado en nuestra tierra, disfrutemos de su vendimia y de la vuelta a la vida social.

 

El original fue editado en El Norte de Castilla del día 10 de octubre de 2021

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.