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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

Pasarela del Poder

En las duras crisis y populismos que nos inquietan será prudente recordar cómo se han vivido estos cambios en nuestra historia, maestra de la vida. Por eso divulgaremos, bajo el título Pasarela del poder, quiénes han sido las élites que han ejercido el poder político y económico en Castilla la Vieja y León entre 1810 y 1923 y cómo hicieron la primera transición de la cultura política absolutista a la liberal.

Para conquistar lo que hoy disfrutamos, el Estado de derecho, la representación parlamentaria, los partidos políticos y la democracia, hubo que superar formas de acceso al poder muy básicas. Primero dio acceso al poder el dominio primario de la fuerza y la capacidad depredadora. De ahí se pasó a creencias religiosas, mitos y leyendas de que eran los dioses los que elegían y daban la autoridad. Al tiempo se creyó que existían ciertos linajes y dinastías que transmitían en herencia el poder. Los burgueses plutócratas dirán más tarde que debían gobernar los más ricos y capaces, según la ley darwiniana de la selección natural. Finalmente, el racionalismo revolucionario de fines del siglo XVIII estableció que la autoridad no venía de Dios ni del linaje, sino que nacía del pueblo soberano y exigía abolir la monarquía absoluta.

Para seguir esta transición, España en el siglo XIX concentró la experiencia más crucial, apasionante, creativa e inquietante, que enterró con incertidumbre y emoción el sistema político viejo y alumbró otro nuevo. Aunque no se lograron todos, se intentaron en este siglo muchos cambios hondos y difíciles: Perder el viejo imperio, abandonar las seguridades absolutistas, olvidar al súbdito, desacralizar la autoridad tradicional, superar las intromisiones monárquicas, pasar la soberanía del rey a la nación, ejercer la política separada de la Iglesia, vencer a los carlistas, limitar los pronunciamientos de los espadones, respetar el ordenamiento constitucional, asegurar la representación de la sociedad en elecciones libres, ampliar el sufragio restringido, reconocer al ciudadano como único sujeto de derechos, respetar la separación de poderes, construir los partidos políticos, articular el piramidal espacio político municipal/provincial/estatal y combinar el nacionalismo español con los emergentes regionalismos y nacionalismos periféricos. Con todo, lograron transformar parcialmente en siglo y medio el poder patrimonial, agrario, financiero, comercial, industrial, político, parlamentario, municipal y universitario.

Es verdad que fue lento y difícil este aprendizaje y sólo se consiguió implantar limitadamente el régimen parlamentario, constitucional y capitalista, que quebró en la crisis de Estado de 1936. Porque en España, donde fue débil la revolución del siglo XVIII, las primeras constituciones y gobiernos mezclaron aún viejos y nuevos conceptos políticos. Resultó difícil secularizar el poder y la propiedad y desligarlos de la omnipotente Iglesia, aún hubo tradicionalistas que se creyeron elegidos por la gracia de Dios. Fue también muy costoso civilizar el poder y separarlo de los constantes pronunciamientos, pervivió el militarismo hasta el 23F de 1981. Resultó igualmente costoso cambiar la soberanía monárquica por la nacional, tanto que para proteger al rey llegaron a quebrar la separación de poderes y la representación electoral. También la sangre y el linaje dieron acceso al poder a las familias que gestionaron su representación como si fuera la herencia de un patrimonio familiar. El poder pasó efectivamente de los privilegiados a la burguesía, pero no acabó de llegar al pueblo.

Contrastaremos esta mirada histórica con perspectivas del presente. Podremos descubrir virtudes y defectos del pasado proyectados sobre nosotros y valores y déficits actuales enraizados en los viejos gestores del poder. Serán sugerentes las comparaciones del poder de las élites y su relación con la sociedad en momentos de cambio trepidante, no exentos de guerras, crisis, epidemias, motines y revoluciones. Las reflexiones quedarán abiertas al debate en nuestro blog El mirador de Clío.

Nuestra divulgación se basa en la investigación histórica realizada en más de 20 años por equipos de 27 profesores del antiguo territorio de Castilla la Vieja y León, en las Universidades de Burgos, León, Salamanca, Valladolid, Cantabria y La Rioja. Hemos editado Diccionarios Biográficos de dos mil miembros de las élites parlamentarias castellano-viejas y leonesas, de alcaldes de Valladolid y Palencia y de diputados provinciales vallisoletanos. Nuestra obra Elites castellanas de la Restauración (1876-1923), publicada por la Junta de Castilla y León en 1997, fue finalista del Premio Nacional de Historia en 1998.

Pasearán por la pasarela hombres de la talla de Pérez de Castro, Silvela, Moyano, Ortiz Vega, Gamazo, Calderón, Alba, Silió y hasta la gestión de cien alcaldes vallisoletanos. Les acompañarán en el desfile conceptos básicos de la cultura política histórica y actual: poder, élite, familia política y empresarial, clientelismo, caciquismo, turnismo, partido político, gestión municipal, representación, prensa, epidemias, motines, harineras o talleres del Norte. A la postre, aparecerán alguna de las raíces políticas de la Castilla contemporánea, que ocupó entonces en el contexto español un rol político y cultural  muy destacado.

 

 

El texto original fue publicado en El Norte de Castilla del 29 de enero de 2023.

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.