Pedro Carasa. Historiador
Santiago Alba desfila en esta pasarela de poder porque fue solidario y valiente en las crisis. Olvidó las del XIX, gestionó muchas del XX y anticipó algunas del XXI. Aprovechó un rico cruce de tiempos, regiones, ideologías, carteras, partidos, votos, coaliciones, críticas, reformas y concordias. Lo hizo cuando se vivieron trances parecidos a los de hoy: Guerra, pandemia, inflación, disidencia catalana y vasca, problema marroquí, conflictividad social, pérdida de igualdad, cambio energético, periódico viejo, militarismo africanista, decadencia estatal, monarquía débil, dura dictadura, votos republicanos.
En lo territorial sufrió la obstrucción parlamentaria de Cambó. Le negó que “sin Cataluña España no se podía gobernar” y que las obras públicas pasaran a la Mancomunidad Catalana. Las burguesías catalana y vasca rechazaron su reforma fiscal sobre los beneficios privados de la Gran Guerra.
En economía promovió reformas de hacienda y trabajo según Chapaprieta y Flores de Lemús, con cuyos consejos alivió los efectos del crack financiero del 29. Impulsó la Cámara de Comercio y fundó el Banco Castellano. Su Electra Popular Vallisoletana centralizó la electricidad del Duero, la aplicó a Talleres del Norte, tranvías, alumbrado y engendró Iberduero.
En lo social, según la ILE, implantó enseñanza gratuita y obligatoria, formación profesional, más escuelas y mejor sueldo del maestro. Renovó con el Instituto-Escuela la educación secundaria, planteó la autonomía universitaria y becó la salida al extranjero para investigar.
La ausencia española en la Gran Guerra escaseó productos, desató inflación, duplicó precios, generó paro, disparó la conflictividad social y enriqueció a burgueses. Se respondió con pantanos, regadíos y trabajo invernal de parados. Pero vascos y catalanes rechazaron la reforma fiscal a los enriquecidos.
Fue innovador periodista en La Opinión, luego propietario de El Norte de Castilla con César Silió y gerente hasta 1901. Lo editó como diario de mañana de referencia, cantera política, difusor económico y parlamentario. Sufrió censura, suspensión, juicios y multas dictatoriales. Alba publicó en periódicos sin censura, como El Sol y ABC. Se relacionó con El Eco de Castilla, Diario Universal, La Nación de Buenos Aires, La Libertad y con destacadas revistas.
Como activo universitario, creó el Orfeón Pinciano y el Museo Nacional de Artes Industriales. En la cultura municipal vallisoletana introdujo en 1904 el cine en la caseta La Barraca del Teatro Pradera.
En política no buscó caciquismo, turnismo, canovismo, gamacismo ni maurismo. Fue de ideología tolerante, crítico de la monarquía, liberal de izquierda, abierto al republicanismo, municipalista renovador en finanzas y periodista rompedor. Medalla de Oro de Valladolid en 1913, pero el municipio azul de Pérez Solís le quitó su calle por creerlo masón.
Con la Unión Nacional regeneracionista de Costa y Paraíso reformó la educación y el parlamento. Elegido 14 veces, con 30 albistas en 1918 y 40 en 1923. Fue gobernador civil de Madrid. Salió del Partido Liberal y creó Izquierda Liberal Monárquica en 1918 para integrar a republicanos, socialistas, reformistas y nacionalistas (éstos se negaron). Se unió al reformismo de Melquiades Álvarez y toleró el populismo del Partido Radical de Lerroux. Ocupó 7 ministerios en 17 años: Marina, Instrucción Pública y Bellas Artes, Gobernación, Hacienda y Estado. El albismo gestionó las finanzas y la cultura del concejo vallisoletano desde 1897 hasta 1922.
En la pandemia de la gripe del 19 su tratamiento fue puntero en Europa. Desde 1922 protestó por el problema militarista marroquí y rescató los prisioneros de Annual. Este civilismo de Alba y su oposición a la guerra militar y al desembarco en Alhucemas enfadó a los militares africanistas.
Criticó la convivencia del rey con la dictadura de Primo. El dictador le llamó depravado y cínico ministro, le acusó de corrupto y le persiguió hasta el exilio. Su nieto, el poeta Jaime Gil de Biedma, recordó a su abuelo como leoncito viejo, maniatado, vejado, abofeteado, rapado por bárbaros falangistas y enfermo de Parkinson. Pardo Bazán lo hizo modelo en su novela Dulce dueño para exaltar la voluntad de acción.
Tras la Dictadura, Alfonso XIII ofreció a Alba presidir el Consejo y se negó. En la visita que hizo a su exilio parisino (1930), le reprochó su apoyo a la dictadura y le exigió elecciones sinceras, reformar la Constitución de 1876 y democratizar la Monarquía. El rey le propuso un gobierno con republicanos y socialistas moderados y tampoco lo aceptó.
En la República presidió sus Cortes (1933-35). Ideó sin éxito un gabinete republicano de derechas, regionalistas y socialistas. En febrero de 1936 sólo consiguió 5 escaños. Se exilió en Francia, en Lisboa, retornó a París y a Biarritz. Al fin regresó a España y murió en San Sebastián en 1949.
Alba no tenía fronteras regionales ni ideológicas, era liberal de izquierda, monárquico exigente, tolerante con la república, pactista, reformista y pacífico. Quiso regenerar el país, la enseñanza, la representación, el ejército, el ayuntamiento urbano, el ocio popular, la clase obrera y la reforma agraria. En 1933 dijo que buscaba la paz entre españoles y partidos de derecha, izquierda y centro. Proclamó que España necesitaba el sacrificio de pasiones e ideas partidistas y apoyaba la República como una órbita común. Pidió respeto al derecho constituido, adhesión a las instituciones, confraternidad y cooperación entre las personas y las ideas. Tales actitudes no han abundado en los políticos ante las crisis actuales.
Publicado en El Norte de Castilla el día 8 de octubre de 2023