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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

¿Celebramos o reformamos la Constitución?

La pasarela del poder repasa la historia de la Constitución de 1978 porque el 6 de diciembre pasamos calladamente su 45 aniversario. Tras su etapa de sólida vigencia y aceptación hasta 2008, algunos políticos la han discutido en las últimas crisis.

Sabemos cómo nacieron, fueron eficientes o murieron las 7 constituciones que nos han gobernado. Como seres vivos surgieron a la medida de su sociedad, no lograron adaptarse a los cambios sociales y desaparecieron. Pero todas descubrieron valores nuevos de convivencia política al redactarse o reconocieron carencias al desaparecer en hondas crisis. ¿Estamos en una de ellas?

La primera crisis fue la revolución de 1789 que creó el Estado de derecho, la soberanía nacional, los derechos fundamentales de los ciudadanos, la separación de poderes del Estado y la constitución como fuente de legitimidad e igualdad. En España se redactó la primera Constitución de 1812, luego otras progresistas o moderadas, durante la revolución liberal para quebrar el antiguo régimen de absolutistas, carlistas y tradicionalistas. La segunda crisis fue la revolución democrática de 1868, cuando la república federal, el socialismo y el anarquismo superaron el liberalismo. La siguiente crisis de 1876 restauró la monarquía con turnismo, caciquismo y desastre del 98. Otra crisis más se vivió en nuestra edad de plata de la cultura, que renovó ciencia, arte y política, agitó la sociedad y proclamó la república en 1931. Después la guerra civil y la dictadura franquista liquidaron dramáticamente el Estado de derecho, la Constitución e hicieron súbditos a los ciudadanos. Las armas fascistas arrasaron constituciones e infectaron memorias, hasta que la victoria aliada de 1945 abolió las guerras anticonstitucionales e hizo nacer derechos internacionales, códigos penales y poderes judiciales para juzgar delitos políticos.

Al morir el dictador, nos reconciliamos en la crisis de la Transición. Ejército, Iglesia, universidad, mundo obrero, partidos políticos y el 88% de españoles consiguieron consenso y democracia en la Constitución de 1978.

En su primera etapa consolidó la democracia española. Sólo pervivió el terrorismo etarra. Pero desde 2008-12 varias crisis cuestionaron algunos de sus principios. Apuros financieros, mareas sociales, indignados del 15M, embates independentistas, pandemias y derivas populistas cambiaron el bipartidismo, criticaron la Corona, creyeron plurinacional a España, politizaron lo judicial, polarizaron la vida política y deterioraron varias instituciones estatales.

El procés independentista unilateral de 2017 convocó el referéndum de autodeterminación y declaró la república catalana. En 2019 el TS condenó por sedición a los protagonistas que prometieron repetirla, pero negaron tales delitos, lo acusaron de represión política y fueron indultados.

En campañas se censuraron cimientos constitucionales: Ataque a la monarquía, mezcla de poderes del Estado, rechazo de la nación española, protesta por aplicar el art.155, persecución judicial, desjudicialización de la política y politización de la justicianegación de la igualdad de las CCAA y manejo partidista de instituciones estatales (como CIS, EFE, DHMD, CE, RTVE, CNI, CGPJ, TC, CPFF).

Un informe de Profesores y Ciudadanos por Europa ha escrito que el procés ha deteriorado el Estado de derecho y debilitado la democracia. Menciona la politización de vocales del CGPJ, mercadeo de magistrados entre los partidos políticos, deslegitimación de la judicatura, sumisión política de la Fiscalía, entrada de políticos en el TC, borrado de delitos del código, persecución judicial por intereses espurios y no por la ley (lawfare) y comisiones parlamentarias antijudiciales.

Sus negociaciones relatan el procés sin delitos, prescinden de la Constitución, invalidan el poder judicial, aprueban fugas, exilios, indultos y amnistía. Difundieron en Europa una imagen de España represora. Aún exigen referéndum, cesión de tributos, autonomía financiera y condonación de deudas. Se acosó a los jueces del procés como indecentes. El proyecto de amnistía blanquea y normaliza independentistas entre la consulta de 2014 y el referéndum de 2017.

El discurso navideño de Felipe VI insistió en que la Constitución buscó la unión de España por curar heridas sociales, fracturas afectivas y distancias personales de la guerra y la dictadura. Pero lo dijo para hacer ver que hoy ese objetivo no lo consigue porque la polarización de los políticos introduce la discordia y dificulta la convivencia.

Además quiso decir que la pervivencia de la Corona depende de la Constitución y que algunos partidos políticos muestran deslealtad constitucional y desafecto monárquico. Tal vez la Zarzuela tiemble porque esta fractura del suelo constitucional socava el cimiento de la Corona. Siente miedo por el futuro de la princesa Leonor, cuya imagen tiñó el mensaje.

Podemos responde que Felipe VI es obsoleto y será el último monarca español. Lo acusa de excluir la España plurinacional, algo esencial –dicen- para los partidarios de la investidura. Los independentistas catalanes y vascos tienen la monarquía por un nacionalismo español de Franco. PNV recuerda que sólo el 30% de Euskadi apoyó la Constitución. Aragonès afirmó que el rey es un franquista que no representa a la ciudadanía de Cataluña. Turull y Puigdemont escriben que el rey siembra discordia, renuncia a ser árbitro y no sabe qué es la democracia.

Nos preguntamos: ¿Vivimos ahora una honda crisis constitucional? ¿Hay que reformar la Constitución? ¿Hay voluntad de hacerlo? ¿Hay capacidad de alcanzar 3/5 del parlamento? ¿Sería posible convocar un referéndum nacional y unas elecciones constituyentes?

 

El artículo se publicó en la edición impresa y en la digital de El Norte de Castilla del 31 de diciembre de 2023.

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.