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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

Pensar el Poder

Tras editar 5.000 biografías de diputados, senadores, ministros, gobernadores, magistrados y alcaldes en Castilla la Vieja y León entre 1810-1931, pensamos en su poder. Lo interpretamos como poder económico y como poder cultural de la prosopografía. Añadiremos algún eco comparativo con el poder de hoy.

Se cambió el poder político en las crisis históricas de 1808, 1868 y 1923. Ocho constituciones imperfectas superaron el absolutismo, crearon los tres poderes del Estado e iniciaron los derechos del ciudadano, pero con excesivo poder del rey y sin sufragio universal. Adaptaron el poder para superar crisis, mandaron con obediencia, ordenaron con sumisión, gobernaron con acato social, dominaron con conflicto popular. Hubo explotación económica, influencia y control social, beneficencia interesada, clientelismo, intercambio caciquil de favores por votos. También el populismo y el nacionalismo en las crisis de hoy han vuelto a cambiar el poder.

El XIX usó la historia para negar el origen divino del poder y legitimarlo con el pasado. Los moderados defendieron la constitución histórica y la soberanía compartida entre nación y rey. Como hoy, los nacionalismos se legitimaron con historias inventadas y los poderes cultivaron la memoria a favor de su nación.

Hasta la familia de sangre, ideología y partido construyó el poder. La mitad de los poderosos vinculó el poder a apellidos y matrimonios oportunos, hubo gamacismo, albismo o maurismo. Hoy solo se discute si el familiar se beneficia del poder.

En el XIX el linaje noble dio acceso al poder y muchos poderosos fueron ennoblecidos. Hoy solo les pedimos nobleza de ánimo.

La economía construyó gran parte del poder. La propiedad de la tierra fue soporte burgués para legitimarlo. Para ser votado se prefirió al alto contribuyente y para votar la ley electoral censitaria y plutócrata de propietarios. Al tiempo se dio poder al harinero, comerciante ultramarino, banquero, promotor ferroviario, productor y distribuidor de electricidad. Hoy muchos políticos entran y salen por esas puertas giratorias económicas.

La ilustración introdujo la ideología en la cultura política, luego la extendió el liberalismo moderado o progresista. En 1849 nació el partido demócrata, en 1873 el federalismo y anarquismo, en 1879 el socialismo. Los políticos tardaron en profesionalizarse, los clubs de opinión y máquinas de poder caciquil no maduraron como partidos políticos ni apenas manejaron ideologías hasta la II República. Hoy la ideología se maneja como comodín versátil para defender más intereses que valores.

El sable fue otro ingrediente del poder: Espartero, Narváez, Serrano y Primo de Rivera fueron militares. El ejército tuteló al Estado, impuso el liberalismo, venció al carlismo, liquidó la república, perdió el imperio colonial, creó el rey soldado, apoyó el turnismo, levantó la dictadura y sembró la guerra civil. La Transición hizo que hoy repose solo en los cuarteles.

La teocracia medieval creyó que Dios otorgaba el poder y elegía los pueblos. El racionalismo francés secularizó el poder con la soberanía popular y expulsó a la Iglesia. La soberanía nacional de Cádiz no secularizó el poder. Fernando VII se creyó elegido por Dios. La Iglesia legitimó la autoridad e influyó en gobierno, parlamento, educación y servicios sociales. Solo se separó del Estado en las repúblicas. La sociedad española se enfrentó gravemente por clericalismo y anticlericalismo. Hoy el poder paga a la Iglesia mientras ella apoya los nacionalismos.

Los prohombres políticos fueron académicos. La universidad resultó una escala burguesa para subir al poder. Hoy quiere ser autónoma, pero al ser autonómica depende de su comunidad.

Los niveles del poder central, provincial y local no circularon entonces en orden ascendente, subiendo demandas del municipalismo hasta el Estado, sino que el poder mandó de forma centralista y descendente. El Estado y el jefe político controlaron los ayuntamientos sin respetar los libres concejos. Hoy soberanistas y populistas también rompen y sorben el poder estatal.

De cada cien poderosos biografiados 36 fueron abogados, 16 propietarios, 11 industriales, 8 militares, 7 catedráticos, 6 periodistas, 5 banqueros y 1 eclesiástico. Casi la mitad combinaron ser propietario y abogado. Éste debía adaptar la vieja condición del propietario al nuevo poder estatal y aprovechar ambas posiciones como fuentes de poder. Hoy los abogados, después de abandonar la tierra, siguen habitando el poder.

El poder, como realidad cultural, buscaba ser aceptado, conocido y alabado por la sociedad. Aparecía en nombres de barrios, calles, palacios y recibía homenajes de fundaciones sociales, musicales, artísticas, docentes o festivas de la ciudad. Como hoy, buscaba carisma en prensa, escritos locales, premios, jurados, tertulias y celebraciones.

En efecto, la prensa sirvió los intereses del poder desde el XVIII. El periódico divulgó sus programas y valores, controló elecciones, reforzó clubs y partidos, influyó en familias políticas y legitimó a elites de poder. El Norte de Castilla fue pionero en expandir valores e intereses de poderosos. Siempre el poder ha ejercido la censura. Hoy se dice que medios digitales y redes sociales crean relatos, lanzan bulos, apoyan y critican a los poderosos.

El poder mostró claros límites, no fue democrático por fraude electoral, tuvo escasos valores ideológicos, se basó en familias, clientes, caciques, militares, propietarios, banqueros y periodistas. Tampoco hoy populismo y nacionalismo buscan democracia ni valores sociales, su poder desea más permanecer que gobernar.

El original se publicó en El Norte de Castilla del domingo 18 de agosto de 2024. En la edición de papel se publicó con el título equivocado de Caciquismo y Elecciones, en la edición digital pronto se corrigió y se editó con el título correcto de Pensar el Poder.

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.