Dos generaciones de Silvelismo ejercieron un poder eficaz en Valladolid y España en el siglo XIX. La primera tuvo un liberalismo culto, internacional, crítico, ético y reformista excelente para Valladolid. Acompañaron al líder liberal de Valladolid en Cádiz, Evaristo Pérez de Castro, que veremos más tarde en esta pasarela. Ayudaron a salir de la crisis de antiguo régimen y arrancar con éxito la etapa de cambio burgués. Alimentaron aquí una cultura política inquieta, ilustrada y afrancesada. La segunda generación conservadora sustentó España y Valladolid en la crisis agraria de los ochenta y en la nacional del 98.
Vemos ahora la primera generación silvelista de 1808-57, cuando Valladolid aprendió un liberalismo inspirado en el francés que reforzó el anticarlismo y fundamentó el Reino de Ceres, financiero, ferroviario y harinero. Otro día veremos su segunda generación regeneracionista y anticacique, que ayudó a superar las crisis de fin de siglo.
Francisco Silvela Alonso de Illón inició en Cigales la primera progenie. Venía de Santa María de Silvela, camino primitivo lucense de Fonsagrada, donde se guarda el pan y el vino del peregrino.
Hijo suyo y de Micaela García de Aragón nació en Valladolid Manuel Silvela García Aragón (1781). Este culto liberal europeo, corregidor, abogado, magistrado y profesor de la Universidad de Valladolid, arraigó el Silvelismo. Vivió huérfano en Ávila, luego volvió a Valladolid donde estudió filosofía, teología y se licenció en leyes en 1808. Casó con María Blanco Cartagena, viuda de un familiar del posterior Emilio Ferrari. Desde la Sociedad Económica de Amigos del País mejoró la enseñanza y agricultura. Colaboró con letrados de la Real Chancillería.
José I le hizo Alcalde de Corte en Madrid en la guerra de la Independencia. Fue intérprete de los bonapartinos y sustrajo víctimas del furor militar. Fue templado, pero el absolutismo le exilió por afrancesado en 1810 y 1827 y viajó a Burdeos. Allí coincidió con Moratín (convivió, lo acompañó en su muerte y narró su vida), con Goya (que le hizo un romántico retrato) y con Mendivil. Creó el Colegio Silvela para españoles. En 1827 fue a París, donde fundó un Liceo Español con cátedras de historia, leyes y filosofía. Colaboró con Vadillo, Miñano, Ferrer y Salvá.
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Escribió sobre España como patria en 1823. Sus 25 libros analizaron leyes, historia, teatro, memorias, filosofía, Biblioteca de Literatura Española y Compendio de Historia Antigua. Murió de tisis en 1832.
Su hijo Francisco Agustín Silvela Blanco nació en Valladolid (1803), donde se afincó como magistrado, jurisconsulto y administrativista. Purgado por apoyar la Pepa en 1823 también viajó a Burdeos, donde estudió literatura en el Colegio Real y Bachiller en Letras en su Universidad. Casó con Luisa Antonia de le Vielleuze, donostiarra de antecedentes belgas. Buen afrancesado, enseñó griego, humanidades, economía, derecho y dirigió el Colegio de su padre (1826-33). Frecuentó la cultura bordelesa en la Sociedad Filomática, Liceo, Sociedad de Agrónomos y Naturistas y Academia Real. Se hizo amigo en el exilio de Javier de Burgos. Luego se estableció en París, donde nació su hijo Manuel Silvela de le Vielleuze. Aquí se doctoró en leyes y entró en la Sociedad Geográfica Universal.
Volvió a Valladolid al morir Fernando VII en 1833. Javier de Burgos le ofreció cargos en toda España. Él, sus hijos y nietos lideraron la política de Ávila. Compró bienes desamortizados (350.000 rls), subdelegó Fomento, fue gobernador civil y profesor de la Escuela Normal. Entró en Sociedad de Amigos del País, Sociedad Económica, Milicia Nacional. Ayudó a coléricos, expósitos y campesinos y dotó al clero desamortizado. Fue doce veces diputado por Ávila (1837-43) y vicepresidió el Congreso. Ahí se ocupó de legislación provincial, jefes políticos, jurisdicción eclesiástica, enseñanza media, protocolo regio, extinción del carlismo y participación electoral.
Promovió la Pepa en 1836. Fue jefe político en Castellón, Lérida, Valencia y La Coruña, donde también fue magistrado de la Audiencia. Perteneció siempre a sus sociedades económicas. Inquieto cultural, en Madrid actuó en la Audiencia, Colegio de Abogados, Milicia Nacional, Ateneo, Sociedad Económica y Amigos del País. Contra Mendizábal, sentó los principios moderados de las elecciones. Reformó lo municipal y provincial, Diputaciones, consejos de provincia y jefes políticos. Sobre ello escribió un libro de inspiración francesa. Renunció a un nombramiento de ministro de Gracia y Justicia, pero lo fue de Gobernación (1838) y Gracia y Justicia (1840).
Tras rechazar las movilizaciones populares y la regencia de Espartero, fue magistrado de la Audiencia de Valladolid y presidente del Tribunal Supremo. Su liberalismo empujó el Reino de Ceres. Entró en la Sociedad Económica, Bellas Artes, Liceo Artístico y Junta de cárceles. Como senador vallisoletano y vitalicio, lideró debates eclesiásticos y hacendísticos. Tras el paréntesis del bienio progresista 1854-56, Francisco volvió al senado en Madrid, donde nacieron sus hijos, Luis y Francisco Silvela de le Vielleuze. Perteneció a la Cámara de S.M.
Murió de apoplejía en 1857. Fue modelo intelectual, judicial y político para sus hijos. Un destacado jurista que escribió sobre la abolición de la pena capital. Su viuda De le Vielleuze presidió la Junta Nacional de Damas en el III Centenario de la muerte de Santa Teresa en 1882.
Ambos Silvelas mostraron convicción de valores y comportamiento ético que pueden enseñar lo que a veces escasea en nuestra pobre cultura política.
El original se editó en El Norte de Castilla, del domingo 3 de noviembre de 2024, en papel y on line.