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Pedro Carasa

El Mirador de Clío

¿Hemos cambiado la cultura electoral?

¿Hemos cambiado la cultura electoral?

Pedro Carasa

           Toda crisis histórica supera viejas prácticas políticas y descubre nuevos valores. Sucedió en España en 1812 al crear el Estado liberal, en 1868 y 1931 al aparecer el Estado republicano, y en 1978 al implantarse la democracia. La crisis actual puede iniciar otra revolución para regenerar la democracia. Con perspectiva histórica, vamos a rastrear los resultados de las elecciones del 26-J y atisbar qué novedades sugieren. Los cambios no serán instantáneos, pero pueden sembrar semillas para regenerar la representación.

Se ha dicho que los electores han votado con miedo. Es un sujeto histórico muy influyente y poco conocido, fruto de las desconfianzas de un sistema político, que se agudiza en las crisis. Nos preguntamos si el miedo de los electores ha delatado más inseguridad en los votados que incultura en los votantes. Desgranemos algunas razones de estos miedos.

El Brexit ha influido al descubrir contradicciones de los radicales y sembrar dudas sobre su ambigua idea europea. Como en todas las crisis, los votantes se han sentido más solidarios de la Europa mediterránea de lo que lo han expresado los políticos.

El populismo no ha conseguido en las elecciones el efecto positivo que buscaba el guiño de la sonrisa. El electorado, ante la ambición de poder disfrazada de amor al pueblo, se pregunta si era igualdad, justicia y solidaridad lo que se promovía bajo la pancarta inocente de gobernar para la gente. En la historia conocemos la demagogia de partidos radicales, aduladores del pueblo, en las crisis sociales del siglo XX.

El 26-J indica un hartazgo de soberanismo. ¿Es compatible su complejo de superioridad con la solidaridad, igualdad y tolerancia propias de la izquierda? ¿Ha perdido el socialismo la cultura internacionalista que calificaba a las naciones como medios de explotación burguesa? ¿Cómo el PSC se degrada hasta proponer el referéndum? ¿Por qué los radicales Podemitas justifican un derecho a decidir unilateral? ¿Acabó ya el papel de bisagra depredadora del presupuesto estatal que jugaron las minorías nacionalistas durante la Transición? ¿El mapa azul con dos lunares morados del 26-J señala que la mayoría rechaza la corrupción tapada del independentismo? Quedan pendientes agravios históricos del nacionalismo que deberán aflorar en la memoria colectiva.

Ha escandalizado el descarado e infantil personalismo de líderes inmaduros. ¿Están saturados los españoles del ruido de sillones que ha dejado la descarnada lucha de poder en el debate de investidura? Tres partidos propusieron el objetivo de derrocar al cuarto y apear a su líder, aunque las urnas lo han contradicho, siguen obstinados sin captar el mensaje. Personalismos y familias dominantes limitaron la eficacia de los partidos españoles, con gamacismos, albismos y cuñadismos que debilitaron el sistema político.

El 15-M discutió la representación, sustituyó el parlamentarismo por el asamblearismo con las pancartas “no nos representan”, “la soberanía está en Sol”, “la legislación es asamblearia”. Despreciaron las elites representativas como castas corruptas de poder para luego reproducirlas. La utopía de la democracia directa ya fue planteada en el pasado, dando el poder a una asamblea popular que aprobaba leyes y elegía funcionarios. Pero el modelo apenas funcionó en ciudades clásicas, se rechazó por inviable y se sustituyó por la democracia representativa. Restos de aquella utopía quedan hoy en la iniciativa legislativa popular y el referéndum vinculante. ¿Será mañana posible la democracia directa con las redes sociales?

Ante la negación de partidos y bipartidismo, los electores se preguntan si es mejor la confluencia de mareas, asambleas y en común. Hay que abandonar la práctica de los partidos políticos como corruptas máquinas de poder, ¿pero ello supone rechazar el legado histórico de estos necesarios instrumentos de participación política? ¿Son suficientes las redes sociales, acampadas en las plazas y teleadictos profesores? ¿La transversalidad vertical del pueblo sobre las elites sustituirá la oposición horizontal ideológica de liberalismo y socialismo? ¿Es éste el problema del partido socialista, en honda deconstrucción al no ubicarse en la crisis? El fascismo mostró que sin los partidos es inviable la democracia.

Rechazaron la ideología política, llamaron anticuada la división entre izquierdas y derechas, se proclamaron socialdemócratas y pactaron con comunistas. ¿Hay que abandonar el legado de los modelos políticos (tradicionalismo, liberalismo, socialismo, fascismo, federalismo, república, monarquía) que ha construido nuestra cultura política? ¿Hubo el 26-J votantes con ideología que se sintieron huérfanos para votar a grupos populistas o al partido socialista? ¿Tiene que ver con esta orfandad ideológica la abstención? ¿Está relacionada la banalidad ideológica con el fiasco de las encuestas? ¿La transversalidad borra la riqueza ideológica de la cultura política? ¿La enseñanza histórica no cuenta?

¿Se ha exculpado la inmoralidad de partidos, sindicatos y ayuntamientos? ¿Se olvida el cinismo independentista tapando sus dramáticas tramas? Las crisis históricas han sido implacables con la corrupción. ¿Lo será ésta también?

Los españoles no confirmaron el 26-J los cambios de cultura electoral propuestos. Preocupa que muchos rompan el legado histórico.

 

(Publicado en la edición impresa el 9 de julio de 2016)

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Sobre el autor

El Mirador de Clío está redactado por Pedro Carasa, un historiador que tratará de observar el presente desde la historia. Se evoca a Clío porque es la musa griega de la historia y de la poesía heroica, hija de Zeus y Mnemósine, personificación de la memoria. El nombre de mirador indica que la historia es una atalaya desde la que proyecta sus ojos el historiador, como un busto bifronte de Jano, que contempla con su doble mirada el pasado desde el presente y el presente desde el pasado.