¿Alguien tenía dudas? El disco de la semana, del mes, del año, del siglo. La obra maestra de Jethro Tull salió a la calle el 3 de marzo de 1972, hoy hace 35 años, y arrasó en todas las listas de ventas, llegando incluso al número 1 en Estados Unidos (es increíble cómo han cambiado las cosas al respecto). Un alucinante juego preñado de inteligencia, comenzando por la estrambótica idea de publicar un disco con una sola canción y finalizando con el enredadora travesura de endosar la autoría del épico poema a Gerald “Little Milton” Bostock, un niño de ocho años que presumiblemente había ganado un concurso de poesía organizado por la BBC con su “Thick as a brick”, antes de ser descalificado por haber dejado embarazada a una niña de 14 años…. Nada más publicarse, los profesionales de la radio le concedieron el título honorífico de segundo mejor disco de la historia, por detrás del “Sgt. Pepper’s lonely hearts club band” de los Beatles. Fueron muchos entonces los que, dada la complejidad de las composiciones que se desarrollaban a lo largo de los 43’50”, pensaron que el churrigueresco universo creado por los chicos de Ian Anderson sería completamente imposible de ser llevado a un escenario. Craso error. Los conciertos de presentacion de TAAB estuvieron cargados de maestría, originalidad, teatralidad llevada al extremo, humor y perfección técnica, siendo admirados por millones de espectadores. El milagro ocurrió en 1972: el trascendental momento en que Ian Anderson parió este poema adelantado a su tiempo, esta homérica canción adelantada a su epoca, estos 43 minutos de música vomitada desde el mismísimo infierno: un trabajo que mezcla (como nadie lo ha conseguido hasta ahora) virtuosismo, originalidad, sentimiento, diversidad y melodías imposiblemente hermosas que llegan desde las orillas del rock, de la música medieval, del folk, de la música clásica o del blues. Un amigo tulliano en nuestro foro comentó algo así como: “dicen que la música es un alimento espiritual, y debe serlo, porque después de escuchar Thick as a brick, el alma me pesa 42 gramos”. Pues eso.