REFLEXIONES TRAS LA TORMENTA
Terminaba un artículo entusiasta sobre nuestro Pucela de las entretelas en el que imaginaba que, tras copiar el modelo inglés, se convertía en ejemplo a seguir y Mendilíbar se transformaba en el Alex Ferguson del Pisuerga: proyectos a largo plazo y política de club por encima de todo, con el hombre ideal y con un grupo de gente inigualable. Fue entonces cuando surgió la noticia de que, tal vez, la plaza en primera división ganada por el Pucela de forma incontestable en los campos de fútbol, se vendiese al mejor postor. El presidente del club había saltado a la palestra y no aseguraba que en nuestra ciudad hubiese fútbol de primera la temporada próxima. Aquello constituyó el principio de un cataclismo que duró un par de días. Ahora parece que todo se ha olvidado. Los principales actores de esta tragicomedia (el alcalde, el presidente de la Diputación y el presidente del Valladolid) aparecieron a las pocas horas estrechándose la mano como los tres mosqueteros y dejando vía libre definitiva para un proyecto urbanístico que, presumiblemente, servirá de tabla de salvación al equipo de fútbol. Desde el principio todo parecía un farol de los dueños del club a las instituciones en el momento adecuado: un chantaje en todo regla en la antesala de las elecciones, sin posibilidad de margen de maniobra y con los políticos pillados con los pantalones por los tobillos. Lo sucedido ha servido, en cualquier caso, para aclarar el posicionamiento de todos los protagonistas de este vodevil. Unas propietarias que heredan un equipo de fútbol sin comerlo ni beberlo y que amenazan con medidas de presión si no les otorgan ciertos beneficios. Un presidente que ha interpretado perfectamente su papel y que, como gestor a sueldo de unos accionistas, ha preferido defenderlos a ellos en primer lugar, aprovechando con habilidad el momento idóneo para soltar un órdago y sembrar el pánico. Unos políticos incapaces (tal vez más preocupados en conseguir viviendas de protección oficial para familiares) de encontrar una solución al equipo más representativo de la ciudad a través de ayudas, planes urbanísticos transparentes o atrayendo a empresarios como en su día se hizo con Marcos Fernández. Políticos enredados, además, en guerras internas bastardas y que, a pesar de pertenecer al mismo partido, no han sabido ponerse de acuerdo en ningún momento (ahora tendrán que explicar por qué en pocas horas se ha desbloqueado una negociación que llevaba años enquistada). Una ciudad donde no se mueve nadie para apoyar al club, donde ningún empresario se implica (ni publicidad para las camisetas se ha conseguido este año) y donde nadie se da cuenta de que, guste o no, el fútbol es el principal objeto publicitario y turístico de la ciudad. Y, en fin, unos aficionados convertidos en daños colaterales. “Vosotros: votos y dinero; nosotros: filosofía de vida”, decía una pancarta en el estadio. Los únicos que comprenden que el sentimiento ni se compra ni se vende. El día del ascenso no faltará ningún político en la foto. Nos dicen que el Arena es la única salida para la viabilidad del club. Tal vez sea así. Ahora sabemos que por el camino se van a llenar unos cuantos bolsillos. Y también sabemos de lo que son capaces para conseguirlo. El año está siendo prodigioso pero, de alguna forma, han roto la magia. A mí, al menos, toda esta tragicomedia me ha dejado un gusto amargo. Que al menos haya un final feliz para el Pucela.