Para los que piensan que un libro es como un jardín que se lleva en el bolsillo. Para los que amanecen más cronopios en primavera. Para los que buscan el tesoro del capitán Flint. Para la vallisoletana reina de Francia que bailó con D’Artagnan. Para el marqués de Bradomín, que sigue siendo feo, católico y sentimental. Para el licenciado Vidriera, que es de vidrio porque está hecho con alfabeto de porcelana. Para Ivanhoe, que tuvo que conocer al capitán Trueno. Para el mercenario del Dux, que nunca se cansó de componer cantos de sirena bajo el mismo balcón. Para Quasimodo, que sigue tocando las campanas de Nôtre-Dame. Para el cuarteto de Alejandría que alguna vez escribí. Para Héctor Belascoarán Shayne, que tiene 1.145 fotos de la muchacha de la cola de caballo porque hasta los detectives mexicanos necesitan musas y ya se sabe que diez fotos hacen una nostalgia, cien hacen una obsesión, 898 una forma benigna de la locura y 1.300 producen una locura de amor suicida. Para Robin Hood, que de mayor se enamoró de Audrey Hepburn. Para Morel, que siempre buscó la compañía de alguien y que finalmente tendrá la recompensa de una eternidad tranquila. Para Juan Dahlmann empuñando con firmeza el cuchillo que acaso no sabe manejar. Para Anna Karenina, que tiene el rostro de Sophie Marceau. Para Heathcliff, que nunca dejó de confesar que “el mundo es una odiosa colección de recuerdos que me dicen que exististe y que te he perdido”. Para la dama de blanco que imaginó Wilkie Collins. Para Raymond Chandler, que acostumbraba a emborracharse todas las noches junto a Philip Marlowe. Para Georges Perec, que nos enseñó las instrucciones de uso de la vida. Para Edgar Allan Poe, al que ni los serafines del cielo ni los demonios del mar podrán separar jamás de la hermosa Annabel Lee. Para Gabo, al que imagino en Macondo pintando con el rouge de tus labios aquello de “el mundo habrá acabado de joderse el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga”. Para los que buscan la palabra más bella: abracadabra, evanescencia, zigzag, malvasía, lapislázuli, jenízaro, ukelele, guirigay, yaraví, marihuana, ñiquiñaque, funambulista, añoranza, rayuela, jacarandá, nigromante, albahaca, tragaluz, nomeolvides, aguamarina, birlibirloque, duermevela, eureka, buganvilla, mariposa, andarivel, azimut, baciyelmo, motenmito, supercalifragilístico, saudade. Para los que saben que un libro es lo más parecido a un viaje porque se comienza con inquietud y se termina con melancolía. Para los que buscan, para los que encuentran, para los que miran, para los que recuerdan, para los aprendices, para los que viajan, para los idealistas, para los vencidos, para los que se mojan en llamas, para los que se mojan, para los que esperan, para los que desesperan, para los poetas sulfatados, para los que no están bien arropados, para los que no están bien, para los que no están, para los pequeños, para los grandes, para los que acarician, para los que compran flores, para los desnudos, para los que olvidan, para los que no olvidan, para niños down que saltan sobre la cama, para los que abren ventanas, para los que crecen con arrugas, para los que crecen con hogueras, para los esqueletos sonámbulos, para las sirenas, para los intrusos, para los soñadores, para los que viven en ruinas, para los que van, para los que vienen, para los borrachos en flor amarilla, para los que sólo ven el brillo de la pantera, para los que sólo ven el brillo, para los que sólo ven, para los ciegos, para los que están callados, para los del fondo norte, para los del fondo sur, para los que ríen, para los que lloran, para los que piensan que es imposible ganar, para los que piensan que es imposible que exista algo imposible, para los guapos, para los feos, para los altos, para los bajos. Para todos. Para que, por fin, existan 365 veintitrés de abril al año.