Primera novela de Osvaldo Soriano y ejemplo perfecto de algo así como surrealismo criminal, novela negra del absurdo atestada de humor, poesía, diálogos ocurrentes, melancolía y acción trepidante. Fábula jubilosa con la que el autor supo subirse de manera originalísima a una novela de Raymond Chandler consiguiendo, de paso, sacarse de la manga un imposible: hacer bailar amarraditos a personajes de la novela negra con personajes del cine cómico; él que siempre fantaseó con escribir una novela sobre el Gordo y el Flaco y que no supo cómo llevarla a buen puerto hasta que cierta noche se le apareció el gato negro de Chandler y le regaló la pista definitiva: solo un detective profesional como Marlowe podía ayudarle a rematar su novela.
En la primera parte de la novela, Stan Laurel (El Flaco), viejo y cansado, acude a Philip Marlowe para que investigue la razón por la cual ya no le contratan los productores de cine. En la segunda parte, más larga y esperpéntica, Osvaldo Soriano, convertido en personaje de la novela, se encuentra con Marlowe frente a la tumba de Stan Laurel. Es el comienzo de una serie de aventuras delirantes que les hará convertirse en los nuevos Gordo y Flaco. Marlowe, viejo, aniquilador, despreciativo, brutal a veces, tiene el rostro duro y las arrugas le asoman como cicatrices. Soriano es un pobre tipo enamorado de las películas del Gordo y el Flaco que llega a Estados Unidos para correr detrás de dos cómicos muertos de los que nadie ya se acuerda (“Qué boludo soy. Ya ni siquiera espero que los yanquis vayan a matarme a mi país; vengo directamente a la boca del tigre”). Historia de perdedores, de personajes fracasados, de antihéroes (Soriano mantuvo siempre un profundo amor por los derrotados: “yo no sirvo para pintar triunfadores”, decía; por eso, aquí los exitosos Chaplin y John Wayne quedan en muy mal lugar). Pasaba las noches, como dice Galeano, “sentado ante la máquina de escribir, el cenicero lleno de puchos y un par de gatos dormilones” y con “Triste, solitario y final” consiguió el sueño de su vida: continuar las historias desopilantes que le contaba su mamá de pequeño sobre el Gordo y el Flaco.