Chris Rea forma parte de mi particular Santísima Trinidad de la música (junto a Ian Anderson y Pat Metheny) y es, quizá, el que más ha tocado mi corazoncito de poeta maldito y de romántico loser demodé. “On the beach”, uno de sus trabajos más celebrados (y el único que consiguió vender algo en España), es un disco que huele a verano, a playas paradisíacas y a cielo limpio. A calma, delicadeza, serenidad y nostalgia. En él nos reencontramos con su particular poesía, con su magistral dominio del slide, con una guitarra que llora con elegancia y con su personalísima voz metálica, quebrada y rocosa. “On the beach” es un clásico absoluto del pop, un disco triste, melancólico, tierno, íntimo y muy especial que acostumbra a llevarme volando hasta Budapest (“hot nights in Budapest”, que cantaba el viejo Aqualung), a un apartamento desmadrado donde no paraba de sonar la casete del gran Chris Rea, sin duda el músico más injustamente olvidado de la historia, un guitarrista con alma de blues capaz de parir no menos de un centenar de obras maestras. Hace unos años, una mezcla de José Padilla de “On the beach” se convirtió en un éxito dance en Ibiza. No es ninguna casualidad, por supuesto, que Chris Rea me recuerde también a Ibiza.