Treinta años de un disco mítico, de un clásico que ha pasado a la historia como la quintaesencia de la perfección pop: de hecho, el único defecto que le veo a “Year of the cat” es que es demasiado perfecto: le pasa como a Sophie Marceau. En 1976, Al Stewart era tan solo un honesto poeta folk, un discípulo avanzado de Bob Dylan que teñía sus canciones con una voz suave y con textos plagados de referencias literarias. Sin embargo, el mítico Alan Parsons se cruzó en su camino y con “El año del gato” hizo una operación parecida a la que había realizado tres años antes con “La cara oculta de la luna”. Al Stewart reventó todas las listas de éxito y dio el paso definitivo desde el folk dylaniano al pop elegante que le caracterizaría durante los siguientes años. El disco lo tenía todo: una producción exquisita, un sonido limpio y cristalino, una preciosa portada de cómic con símbolos de gatos, una delicadeza acústica inigualable, un toque ensoñador y poético que se traslucía en paz, serenidad y melancolía, un puñado de canciones hermosísimas y, por encima de todo, uno de los temas más hipnóticos, exquisitos, majestuosos y memorables de la historia. “Year of the cat” es un pequeño resumen de la belleza, un guiño melancólico al pasado y la banda sonora de alguna época de mi vida. Todos los discos del cantante escocés (un tipo muy discreto, en las antípodas de lo que entendemos por rock-star) son de una elegancia tan rara como hermosa. Siempre le recordaremos por “El año del gato” aunque, sin ir más lejos, el dúo Al Stewart-Alan Parsons se sacó apenas dos años después otra obra maestra de la manga: el maravilloso “Time Passages”. Pero eso ya será tema para otro momento.