Mike Oldfield siempre me ha resultado un músico desconcertante, alguien capaz de pasar de lo más sublime a lo más vacuo y repetitivo de una forma insultantemente tenaz. Lo que nadie le puede negar es que gracias a sus arriesgados e innovadores primeros trabajos (sus obras maestras “Tubular Bells” y “Ommadawn”, en primer lugar), la música instrumental adquirió carta de naturaleza en el mundo del pop y del rock. El músico inglés goza en su amplia discografía de verdaderas obras maestras, sin embargo voy a escoger uno de sus trabajos más desconocidos y criticados (especialmente entre sus más acérrimos seguidores). Me estoy refiriendo a la primera obra de Mike Oldfield en el siglo XXI (salió a la calle el 3 de junio de 2002): “Tr3s lunas”, el disco ibicenco de M.O., patéticamente comercializado por la discográfica como un “disco chill-out”. Doce preciosísimos temas instrumentales, más el ya clásico (y prescindible) hit cantado, complementados, por cierto, con un juego interactivo para ordenador. “Tr3s lunas” tal vez sea un experimento menor pero es una obra estremecedora, adictiva por su simplicidad, relajante y onírica, melancólica y envolvente, un disco trufado de sueños futuristas capaces de despertar los sentidos. En “Tr3s lunas” nos vamos a encontrar con melodías simples y tremendamente bellas en las que se van alternando mágicamente guitarras, pianos, percusiones sampleadas, voces susurrantes, preciosas guitarras españolas llegadas directamente de los atardeceres de Ibiza, temas atravesados por un saxo que en realidad es la guitarra de Oldfield (quien logró sintetizar una guitarra para que sonara como un saxofón) e incluso alguna canción inspirada en las míticas Gymnopédies de Satie. Algunos temas se basan en la repetición de tres pequeñas y cautivadoras melodías: “Espero poder hacer canciones con tres notas, luego con dos…. y luego lograr el silencio total. Pero sería un silencio cargado de emoción”. Resumiendo: un disco que huele a Ibiza por los cuatro costados.