“En EE UU se destruyen derechos civiles y se libran guerras injustas”, grita Bruce Springsteen en su última gira. Aquí, la derecha más rancia le tacharía de progre. En EEUU van más allá: los neocons le han crucificado y, en muchas emisoras y macrotiendas de discos, le tienen vetado. A estas alturas, a Bruce todo eso se la trae floja. Él sigue con su campaña para desprestigiar al indecente equipo de Bush a la vez que continúa regalándonos periódicamente un rosario de canciones incendiarias. “Magic”, su álbum de estudio número 15, es el último capítulo de una particular Biblia de lamentos urbanos donde no deja de recordarnos que vivimos en tiempos orwellianos en los que la verdad parece mentira y la mentira se hace ver como verdad. “¿Cómo pides a un hombre que sea el último en morir por un error?”, dice en “Last to die”. “Los héroes hacían falta, así que los héroes se fabricaron”, aúlla en “Devil’s arcade”. Desde hace años, Bruce se ha convertido en la conciencia crítica de un país acostumbrado a cometer todo tipo de monstruosidades y abusos en nombre de los suyos. En “Magic” vuelve a poner el dedo en la llaga. Con 58 años regresa al vendaval de “Born to Run”, a canciones de garaje y frenesí rockero, pero no se olvida de su lado folk, crítico y ácido. De hecho, el viejo poeta fustigador del sueño americano, el Springsteen más intimista (“otros tal vez lo quieren gratis, pero yo trabajaré por tu amor”), poco a poco va ganando el pulso de la historia aunque en los grandes estadios su rock épico gane por goleada. Bruce Springsteen forma parte de mi vida y de mis recuerdos más alegres y dolorosos. De hecho, podría hacer pareja con Eric Clapton. Los dos me dan vida y me la quitan con idéntica obsesión. Últimamente nos han amenazado con la posibilidad de que el Boss toque en Valladolid. Sospecho que, como buenos gafados en grandes conciertos internacionales, nos quedaremos con las ganas. Sería, de todas formas, una ocasión ideal para incendiar Pucela, para poblar la noche de corazones rotos y enamorados, para clavar cuchillos a la luna con la voz poderosa de Bruce y las guitarras afiladas de la E Street Band. De sueños también tenemos derecho a vivir.