Escoger un disco de Elvis Presley resulta más complicado que poner vallas al cielo. Cualquier elección hubiera quedado coja, sin embargo el Elvis que se acerca más al mito que me acompaña desde hace tiempo tiene que ver mucho con esta inolvidable grabación correspondiente al 10 de junio de 1972. Algunos decían que Elvis, por entonces, estaba acabado. Es cierto que su vestimenta era hortera, con sus trajes ajustados de lentejuelas, capas de Superman y su cinturón de oro de diez mil dólares, regalo del Hotel Hilton de Las Vegas por su récord de asistencia de público. Es cierto que sus sensuales movimientos de pelvis los había sustituido por desmedidos golpes de kárate y que su rostro estaba algo hinchado. Es verdad todo, pero no es menos cierto que mantenía su vozarrón impresionante y su carisma sin parangón sobre el escenario. También que su repertorio era mucho más maduro, que sus canciones mostraban melancolía, que comenzaba a cantar sus tristezas y sus angustias como nadie en el mundo. En 1972 acababa de separarse de Priscilla y regresaba a un Nueva York que no pisaba desde 1957 para volver a enfrentarse a los periodistas que lo atacaron en aquella ocasión. La demanda de entradas fue apabullante y tuvo que ofrecer cuatro conciertos (en tres días) en el mítico Madison Square Garden, en el cruce de la calle 50 y la octava avenida. El concierto comenzó, a ritmo de fanfarria con “Así habló Zaratustra” y fue una verdadera orgía de música hasta su final con la grandiosa “Can´t help falling in love”. Por el medio, todo un festival de baladas y canciones de tiempo medio como “Love me tender”, “For the good times”, “You don´t have to say you love me” o “Never been to Spain”; eso sin olvidarse de rocanrolear a gusto sacando de la chistera sus famosos “Hound dog” o “Heartbreak Hotel”. Y como colofón la memorable interpretación de “Suspicious Mind”, un tema grandioso que pone los pelos de punta, con un Elvis pletórico y en plena forma. Los críticos tuvieron que rendirse ante él: “Un príncipe de otro planeta”, “Elvis es coronado rey en New York”, “Un superestar de culto”, fueron algunas de las cosas que escribieron. Dicen que la mayor empresa de apuestas de Internet paga mil contra uno si El Rey reaparece. A mí no me gusta jugar con las cartas marcadas, ni aprovecharme de estos incultos de las apuestas. ¿Alguien a estas alturas puede dudar de que Elvis sigue vivo?