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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

FAROLAS ROMANAS Y FAROLES CHINOS

Publicado en El Norte de Castilla el 21 de febrero de 2008

A veces un pequeño gesto puede salvarte la vida. O puede hacértela más llevadera. Eso pensé al enterarme de que el puente Milvio de Roma se ha convertido en el símbolo del amor eterno gracias a “Tengo ganas de ti”, novela de Federico Moccia que ha vendido ya más de un millón de ejemplares. En ella, los protagonistas colocan un candado y una cadena en el tercer farol del lado norte del puente y, tras cerrar el candado, tiran la llave al río Tíber. La literatura no tardó en traspasar fronteras y miles de parejas de enamorados han continuado el ritual de la falsa leyenda romana colocando en los faroles del Milvio un candado para sellar su relación. En muy poco tiempo, el puente más antiguo de Roma se llenó de candados y los faroles fueron cediendo debido al peso. Las autoridades, de hecho, tuvieron que colocar unos pilares para reforzar los cimientos. El romántico rito ha estado a punto de cargarse el puente de Nerón: la fuerza del amor, dicen. En Oriente son más espirituales. Una de las tradiciones más espectaculares que conozco tiene relación con la denominada Fiesta de los Faroles, un prodigio de inventiva y colorido. Cada año, apenas dos semanas después de las celebraciones de Año Nuevo, todos los pueblos y ciudades se engalanan con preciosas y fascinantes lámparas de papel, un evento multicolor y fastuoso que se adorna de variadas y fantasmagóricas formas de sombras, un universo de faroles chinos de incalculable belleza. En Tailandia y Taiwan sostienen, además, que si quieres que se cumpla un deseo debes lanzarlo al aire a bordo de uno de esos faroles de papel. La primera vez que tuve conocimiento de esta encantadora ceremonia fue al ver una fotografía de Xin Zhou, premiada en el World Press Photo, que recogía un emotivo acto en honor de las víctimas del tsunami de 2004. Globos llenos de deseos en el aire. El cielo explotando en múltiples colores, la iluminación delicada de una noche mágica. ¡Qué idea más maravillosa la de llenar el cielo con nuestros deseos! Deseos de hadas montadas en dragones y también de jóvenes que sellan su amor con un candado y lanzan la llave al río. Unos pequeños brazos de hierro que enlazan historias de amor. Unos candados como guardarropas del corazón, como vigilantes de la llama eterna. Hay que reivindicar estas liturgias tan aparentemente demodés, entre otras cosas porque son esenciales: necesitamos de estos símbolos, de estos ritos, de estos gestos, por muy ñoños o baladíes que nos parezcan. Ya llegarán algunos que les pongan la zancadilla. Sin ir más lejos, en Roma existe actualmente una fuerte polémica entre los políticos: mientras unos piden que se limpien las farolas para no estropear el patrimonio cultural otros piensan que eso sería una ofensa a los enamorados y recuerdan que en momentos como estos, con tantos mensajes de odio, no pueden menospreciarse los sentimientos de amor. Los ladrones, incluso, han robado un buen número de los candados para venderlos al peso en una fundición. ¿Dónde queda esa cosita tan estúpida y necesaria llamada amor? Eso no pasa en Oriente. Al menos allí no se les ocurre robar los deseos que, con preciosa caligrafía oriental y en papel de arroz, adornan los faroles que se lanzan al aire. No está bien robar ilusiones. Es bueno y necesario desear. Nos permite sobrevivir. Deseos y promesas de amor. Muchas veces es lo mismo. ¿No es una idea maravillosa lanzar los deseos al aire? ¿Por qué no llenamos el cielo de deseos? Tal vez alguno se cumpla. Yo, por si acaso, ya he empezado.

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Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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