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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

NOS HABÍAMOS QUERIDO TANTO

Publicado en El Norte de Castilla el 22 de abril de 2008

La Seminci en crisis, encore une fois, y nosotros un poco más viejos y desencantados. Como en la película de Ettore Scola, en la que no deja de hablarse de un cine que ya no volverá, el de Fellini, De Sica, Monicelli o Ferreri. Efectivamente: nos habíamos querido tanto. ¿Qué es lo que está ocurriendo? ¿Qué ha sucedido para que la Seminci haya caído en picado en los últimos años? ¿Qué más necesitan para cargársela definitivamente? Algunos quieren que Valladolid pase de ser la ciudad cinéfila por excelencia a la ciudad de los pinchos. ¿Síntoma de los tiempos que corren? La Seminci debería de estar muy por encima de nombres pero la única realidad es que, en el mayor escaparate de cultura que tenemos, las navajas han comenzado a cortar cuellos a 24 fotogramas por segundo. Ya no sabemos de dónde llega la encrucijada de odios, dónde se parapetan las amistades peligrosas o hacia dónde disparan los cañones de Navarone pero empezamos a sospechar por quién doblan las campanas. Con la dimisión de Frugone se abre un nuevo capítulo en este culebrón que parece tan mal gestionado. Que todos los problemas que arrastra la Seminci se centren en la situación de una funcionaria y de un contratado eventual puede sonar a chacota pero que el alcalde, en una rueda de prensa, lea el currículum de un trabajador de la Seminci es directamente impresentable. Los problemas son muchos y variados y los estamos viendo (sufriendo) cada año. La mayoría de ellos los conocemos; el resto, los sospechamos. Es triste escuchar al director de la Seminci decir que lleva tres años absolutamente solo, incómodo en su trabajo, maniatado, distraído por mil problemas. Y es lógico que pida (y exija) libertad para su gestión y un equipo de confianza. El puñetazo encima de la mesa tendría que haberlo dado antes. Desde fuera, da la impresión de que el Patronato (y a su cabeza, el alcalde) desea un protagonismo que no debería corresponderle en absoluto. Muchas cosas empiezan a oler demasiado mal en todo lo que rodea a la Seminci. Eso que llaman, en plan fino, ‘externalizaciones’ (adjudicar servicios externos de la Seminci como transporte, almacenaje o taquillaje) suena a lo de siempre. Por supuesto, ése no es el camino. No debería serlo. La solución pasa por saber hacia dónde queremos que vaya nuestra Seminci y reflexionar sobre los cambios que deben llevarse a cabo para enfrentarse a otras ciudades que han sabido hacer los deberes mucho mejor. Pero, por encima de todo, no tirar a la basura el prestigio de la Seminci por culpa de vedetismos trasnochados y de ínfulas protagonistas, de órdagos y duelos al sol, de bailes de vampiros y excelentísimos cadáveres que empiezan a apestar. Sospecho, además, que el sombrero y el látigo de Indiana Jones no le quedan muy bien a Frugone y nada tiene que hacer ante el rey León, muy metido en su papel desde hace tiempo. Probablemente nos quedemos sin saber si la Seminci ha entrado en crisis por la incapacidad de Frugone o porque no le han dejado trabajar. La única realidad es que entre unos y otros están cargándose el evento cultural más importante de la ciudad y, de paso, los sueños de todos los que amamos el cine. Eso es lo triste.

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Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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