No conozco ningún otro caso en la historia del rock como el de esta banda. Chicago comenzó a lo grande, con un disco doble y como teloneros de Janis Joplin y de Jimi Hendrix. En cinco años editaron siete discos (¡cuatro de ellos dobles y uno cuádruple!). Flirtearon con el jazz, con el rock, con la música latina y con la clásica. Su obra de principios de los setenta fue tan grande y portentosa que nadie comprende como Chicago pudo convertirse en una mediocre banda de música de ascensor, de música light, de baladas empalagosas. La culpa de ese descenso a los infiernos de la mediocridad más absoluta la tuvo el bombazo internacional de “If you leave me now”. Chicago, desde entonces, pasó de ser uno de los mejores grupos del mundo a una banda de titiriteros con frac. Menos mal que nos quedan sus primeros discos y, entre ellos, el grandioso “Chicago VII”, un álbum sorprendente y memorable donde el verdadero y puro Chicago, el insolente, fogoso e inventivo, nos regala un puñado de joyas difícilmente olvidables. En 1974 su productor, James William Guercio, se había comprado un rancho en Colorado donde construyó un estudio de grabación. Allí se compuso el “Chicago VII”, en medio de un idílico paisaje y de un ambiente muy especial que les llevó a considerar el grabar un disco entero de jazz. Finalmente, su arriesgada propuesta se centró en el primer disco donde colocaron una suite de jazz experimental en las cinco primeras canciones: más de 25 minutos de bellísima música. Un jazz introspectivo, un hermosísimo ballet Satie-funk fusión con toques Miles. En el segundo disco colocaron tres exitazos top-10 (Searching so long, Call on me y la maravillosa Wishing you were here, con las voces de los Beach Boys), un par de temas con elementos latinos y otros con toques funky y la colaboración de las Pointer Sisters. Eso sin olvidar las dos hermosísimas baladas, dos poemas líricamente muy complejos y espirituales compuestos por el llorado Terry Kath (para muchos el mejor guitarrista de todos los tiempos; para Hendrix, el único mejor que él), apenas tres años antes de volarse la tapa de los sesos mientras jugaba con un revólver. En fin, un disco de los que ya no se han vuelto a hacer nunca más. De hecho, ni siquiera Chicago volvió a hacer algo así.