Ya confesé en otro post que, durante muchos años, una foto de la cantante Sade desnuda me recibía cada día en el fondo de pantalla de mi ordenador. Con ella como musa inspiradora escribí “El mercenario del Dux”. Y con ella me marché a La Rochelle. Ahora ha saltado la noticia de que Sade ha vuelto a posar, por segunda vez, desnuda. En esta ocasión apoyando una campaña de recogida de fondos para investigar el cáncer de mama (acompañando a otras celebridades como Amy Winehouse o Helena Bonham Carter). Aprovechando que voy a comenzar la tercera aventura de mi amigo Ariel Conceiro, he decidido volver a encomendarme a mi diosa particular y he forrado mi Cuaderno Rojo de notas (y, por supuesto, el fondo de pantalla de mi portátil) con su nuevo desnudo. Me esperan tres años de complicidad con ella. ¿Qué tiene que ver todo esto con el disco de la semana? Ya lo he dicho. Para mí Sade es la mujer más enigmática y sensual del mundo de la música. Es dulce, perversa, elegante, sexy. Es un capricho, es una sirena, es la sacerdotisa del soul más elegante y apasionado. Su música está hecha con el tacto de los amantes, con la saudade de los perdedores, con las lágrimas de las despedidas, con el murmullo secreto del corazón. “Lovers live”, el disco y DVD que editó para conmemorar la gira mundial del año 2001, es una verdadera Biblia de belleza , de pasión, de exquisitez. Desde “Cherish the day” hasta “It’s a crime”, la diosa nos regala un puñado de pepitas de oro de hipnótica perfección. Los que la hemos visto alguna vez formamos parte ya para siempre de una fervorosa e inquebrantable secta. “¿Es un crimen, acaso, haberte querido? ¿Es un crimen seguirte queriendo?”.