La Seminci está triste. ¿Qué tendrá la Seminci? Eso mismo nos hemos preguntado últimamente. Al fin y al cabo, forma parte de nuestra vida, sus labios rojos nos llevan besando demasiados años y hemos crecido al color de sus fotogramas incendiados. Ahora, tras agrias polémicas, con el prestigio algo desinflado y con la Seminci casi a la vuelta de la esquina, ha aterrizado Javier Angulo, un tipo con oficio y currículum. También con muy poco tiempo para sacar adelante una edición digna e impregnarla de su sello personal. Por eso no esperaba grandes cosas de su primera aparición pública, esta misma semana, con el fin de adelantar parte de la programación de la 53 Seminci. Angulo presentó el nuevo cartel, prometió «dar espectáculo y hacer mucho ruido», reconoció estar un poco atrasado en la confección de la Sección Oficial y de Punto de Encuentro, y dejó las espadas en el aire en torno a las películas que protagonizarán las sesiones inaugural y de clausura. Tan sólo comentó que la elección iba a depender en gran medida de que viniesen «con bicho dentro». Algo empieza a cambiar en el discurso estricto y serio de los últimos tiempos: ya no parece un pecado traer estrellas a promocionar una película en Valladolid. Ni San Pedro Regalado ni el espíritu de Luís Buñuel van a sentirse ultrajados. El rigor cinéfilo no debería de darse patadas con el gusto de ver pasear a alguna estrella por nuestra ciudad. Y, por supuesto, se puede compatibilizar el sello distintivo de la Seminci con actividades que otorguen lustre y glamour al Festival. El mismo Javier Angulo ha defendido la idea de rodear de mayor vistosidad al festival y no le hace ascos a tener una potente alfombra roja llena de estrellas siempre que tengan algo que decir y acompañen a alguna película. El nuevo director, la verdad, parece tener las ideas claras. Quiere que nuestro festival no quede reducido a una semana en octubre y desea darle mayor presencia durante todo el año. Quiere, además, apostar por directores noveles y, por eso, aspira a potenciar la presencia de cortometrajes. Pero, por encima de todo, quiere acabar de una vez «con el desencuentro entre el festival vallisoletano y el cine español». Ya somos dos los que pensamos que el cine español puede aportar muchas cosas más de las que la gente piensa. Por eso es loable que la Seminci comience a abrirse generosamente a nuestros autores.
Todo esto habrá que verlo poco a poco. Por de pronto, Angulo nos ha adelantado los ciclos que acompañarán nuestro viaje por los sueños de todos los octubres. Habrá un ciclo dedicado a las nuevas tecnologías (este año, la animación en 3D) y volveremos a ver las prácticas de los alumnos de la Escuela de Cine de Madrid. Tres ciclos, sin embargo, acapararán nuestras miradas. El primero parte de una idea original: la de enfrentar a dos directores aparentemente tan distantes como el sueco Bo Wirderberg y el japonés Shohei Imamura. El ciclo llevará el expresivo título de ‘Matar al padre’ y se centrará en la rebeldía de dos cineastas que supieron rebelarse contra la figura de sus maestros. El segundo de los ciclos rendirá homenaje a Gonzalo Suárez, rara avis del cine español y un tipo interesantísimo en todas sus facetas. Un escritor que decidió un día improvisar en fotogramas. Un director que ha hecho de la literatura el buque insignia de su cine. Sin duda, uno de los personajes fundamentales de nuestra cinematografía. Por fin, el tercer y último ciclo es el que, para mí, constituye la auténtica pepita de oro del Festival. Ya era hora de que alguien se acordase del grandísimo Marco Ferreri, la niña de mis ojos desde hace tiempo. Al menos desde que, tras finalizar el Curso de Postgrado de Cine, decidí dedicarle el trabajo final de investigación. Lo titulé ‘El juglar del Apocalipsis’ y me hizo conocer a fondo la figura del bonachón milanés. Podría hablar durante mucho tiempo de su cine abstracto, fascinante, lúcido, parabólico, esperpéntico, arriesgado, apocalíptico, provocador y originalísimo. Fue, además, el descubridor de Rafael Azcona, circunstancia que aprovechará la Seminci para así dar también un merecido homenaje al mejor guionista español de todos los tiempos. La fiesta está asegurada con este matrimonio a la italiana. Paralelamente, la Seminci tiene previsto regalarnos dos actos muy atractivos. Por un lado una exposición titulada ‘El perro andaluz cumple 80 años’ centrada en la figura de Buñuel y, por otro, la proyección en el Auditorio Miguel Delibes de la copia definitiva de ‘Metrópolis’, con la banda sonora original interpretada por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. No me lo puedo creer, una edición centrada en algunas de mis mayores pasiones cinéfilas: Ferreri, Azcona, Buñuel, Gonzalo Suárez, Metrópolis. Ya sólo falta que Javier Angulo me traiga a Sophie Marceau. Desde luego, da gusto hablar sólo de cine. A ver si, por fin, nos olvidamos de externalizaciones, presiones políticas, protagonismos del Patronato y demás gaitas. Que dejen trabajar a este hombre. Yo voy a lanzarme a la piscina y apostar por la nueva era Angulo. A mí me ha convencido. Desde luego, la elección de los ciclos me parece tan acertada y atractiva que yo ya estoy deseando sumergirme en la 53 edición. Hasta ese momento, y hasta que sepamos los títulos de la Sección Oficial, ‘chapeau’ a sus primeras decisiones. Así que voy a ser optimista. De hecho, tengo la sospecha de que la Seminci ya no está triste.