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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

HIJOS DE UN DIOS MENOR

Publicado en El Norte de Castilla el 4 de agosto de 2008

Los que me conocen saben que profeso la religión del Galibier. Por ello mis fotos de este julio son inolvidables. Sastre atacando en Alpe d’Huez. Freire con el verde en París. Pereiro en el suelo tras una caída terrorífica. Valverde volando en Plumelec. Voight, Cancellara y Schumacher dando lecciones de ciclismo. Cavendish, Andy Schleck, Kreuziger y Köhl llamando a las puertas del futuro. Y, sobre todo, Sastre con el índice hacia el cielo dedicando la victoria a su cuñado, el llorado Chaba Jiménez.
Pocos saben que Carlos Sastre tiene una peña con 500 socios en Aalter, Bélgica. Que poco antes de comenzar el Tour hizo entrega de un cheque de cinco mil euros para los niños enfermos de cáncer. Que colabora con varias asociaciones para ayudar a niños con síndrome de Down o para introducir el ciclismo en áreas pobres de Sudáfrica. Que es parte activa de la Fundación Víctor Sastre, empeñada en que los chicos de El Barraco hagan deporte y se alejen del monstruo de la droga. Que lo primero que ha hecho tras finalizar el Tour ha sido visitar el hospital de Aalter. Todo esto no vende.
Sastre siempre ha sido un tipo callado, sencillo y trabajador. Con la cabeza muy bien amueblada. Lo justo como para soltar perlas inolvidables. «La derrota de Chaba fue querer ganar esta carrera; ahora podrá sentirse feliz porque la hemos ganado entre los dos». «Prefiero el respeto de la gente a una victoria». La primera declaración es emotiva. La segunda no es baladí. Y no lo es porque hay cosas que no cambian. Otras fotos del recién terminado Tour provocan náuseas. Riccó rodeado de policías como si fuese Bin Laden. Los miserables de siempre insinuando que la retirada de Cavendish se debía a cuestiones oscuras. El padre de los Schleck obligado a bajarse de su coche a punta de pistola. La portada de cierto periódico con una jeringuilla pinchando una rueda que en vez de soltar aire suelta sangre, cuestionándose, de paso, si el ciclismo es una farsa. Periodistas que sólo se acercan al olor del triunfo (como los políticos), pero que sueñan con el escándalo porque vende más. Incluso en el éxtasis de la victoria, decenas de articulistas se han arrimado al ciclismo para mostrar sus reticencias, sus dudas, para recordar la necesidad de un ciclismo limpio.
Ningún comentario así escuché cuando ganaron la Eurocopa los chicos del fútbol. ¿Es menos limpia la NBA donde no se pasa ningún control y todo está permitido? La falta de respeto sigue siendo obscena. Y hay que decirlo ahora. Es lo que ha hecho Sastre. Los ciclistas se juegan la vida durante todo el año, con entrenamientos durísimos, bajo condiciones muchas veces infernales. Incluso en sus vacaciones tienen que soportar que un médico aparezca y les haga un control de hematocrito. Estoy harto de escuchar siempre la misma cantinela de gente que no tiene ni idea. Por eso, me despido con una cita del gran Javier Ares, uno de los pocos periodistas que saben de ciclismo: «Se duda de ellos con el mismo cinismo con el que se pretende salvar a los demás. Como si no fueran todos hijos del mismo dios menor que tan abandonados les tiene. No defiendo a los ciclistas porque les considere inocentes, sino porque me resultan admirables. Así de sencillo».

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Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


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