Es la séptima vez que veo en directo a Jethro Tull. Actuaron ayer, en Salamanca, en el incomparable marco de la Plaza Mayor. Concierto gratuito en las fiestas charras (abriendo, de paso, la 11ª edición del festival Etnohelmántica) que congregó a miles de personas entregadas de manera entusiasta al segundo grupo de rock más antiguo en activo tras los Rolling Stones. En Valladolid, mientras tanto, nos encontraremos en la Plaza Mayor con Shaila Dúrcal, Dover, Juan Luis Guerra, Hombres G., Tequila, los chicos de Operación Triunfo, Bustamante y El Consorcio, al compás del chacachá, del chacachá del tren.
Sin comentarios.
El viejo Aqualung ha vuelto por sus fueros. Inolvidable actuación, muy por encima de las dos últimas que había tenido ocasión de ver. Recuperando viejas canciones que no tocaban desde hacía mucho tiempo (como “Song for Jeffrey”, “Dharma for one” o la exquisita “Nursie”) y desterrando de su reportorio las bazofias de Mozart y America, Ian Anderson cortó las dos orejas y el rabo, como en sus mejores tardes, otorgando al gran Martin “Lancelot” Barre varios momentos protagonistas. Un Jethro Tull rockero y guitarrero, con un Ian Anderson a la cabeza, enrollado, viejo y traidor, demasiado viejo para el rock’n’roll y demasiado joven para morir, tal y como decía una de sus míticas canciones que ayer recordó en Salamanca.
¡Qué gozada recuperar al viejo Aqualung! Ian Anderson, clavando su flauta travesera en la luna salmantina, volvió a emocionarnos y a componer cantos de sirena bajo el mismo balcón. Como el mercenario del Dux. Al fin y al cabo, cuarenta años no son nada.
So you ride yourselves over the fields and
you make all your animal deals and
your wise men don’t know how it feels
to be THICK AS A BRICK.