El trabajo más difícil y revolucionario del señor Mark Knopfler. Dire Straits nos habían regalado tres discos, incluidos un paseo junto a los sultanes del swing, un viaje en el túnel del amor y una sonata callejera protagonizada por Romeo y Julieta. Después, todavía tendría tiempo para parir el que muchos consideran su obra maestra: “Brothers in arms”. El cuarto disco, este mítico “Love over gold”, tal vez sea el más desconocido. También, el más memorable. Con él, la banda británica se convirtió en una orquesta de rocanrol capaz de interpretar verdaderas sinfonías eléctricas. Disco complejo, conceptual, próximo al rock sinfónico, repleto de gloriosos pasajes instrumentales, con un sonido limpio y una instrumentación barroca. Cinco largos temas atravesados por un deseo de experimentación orquestal que sorprendieron a crítica y público. Dos de ellos rozan la categoría de obra maestra y, para mí, se convirtieron en los dos mejores temas jamás compuestos por Mark Knopfler. El primero de ellos, el épico y majestuoso “Telegraph Road”, resume a la perfección la lírica y la compleja técnica a la guitarra desarrollada por el guitarrista escocés. Una epopeya de catorce minutos protagonizada por una huida desesperada: odiseas carnales de pájaros en los alambres, de postes de telégrafo, largos viajes sin retorno huyendo de la oscuridad, ríos de faros, ríos de lluvia, gente que corre (y escapa) de las luces rojas que llegan desde el carril del recuerdo: “he visto la desesperación estallar en llamas y no quiero volver a verla”. “Private investigations” es la quintaesencia del cine negro. Una guitarra deslumbrante, unos teclados introspectivos, una batería que golpea la noche. Canción ideal para escuchar con los ojos cerrados y en completo silencio. Un tema oscuro y misterioso con una letra cortante e hipnótica. Una investigación detectivesca, un ambiente enigmático, una melodía inolvidable: “¿Qué has logrado al final del día? ¿Qué has conseguido llevarte? Una botella de whisky y un nuevo montón de mentiras. Persianas en la ventana y un dolor tras los ojos”. Mark Knopfler convertido ya en un bailarín sobre hielo frágil. El testamento de toda una época que ya no regresará. Un relámpago inolvidable.