Este quinteto escocés es mi gran descubrimiento de los últimos meses. Acaban de lanzar su sexto disco, “The hawk is howling”, y ya están considerados como los grandes maestros del post rock. Se caracterizan por largos temas instrumentales repletos de melodías intensas e íntimas, adornadas con guitarras afiladas, ritmos candentes, bajos definidos y potentes, órgano litúrgico y batería precisa y demoledora. Canciones que planean embriagadoras atravesadas por un sonido opaco, majestuoso y orquestal. Temas psicodélicos e instrumentales space-rock, una mezcla herética de Pink Floyd y Sex Pistols. Especializados en acariciarte los sentidos y en llevarte por paisajes de absoluta belleza justo antes de soltarte, sin previo aviso, un puñetazo en la boca del estómago. Guitarras que explotan, instrumentos que se retuercen y distorsiones tempestuosas que nos conducen de la belleza más hipnótica al lado perverso y oscuro. La dicotomía que ellos utilizan de manera magistral: la vida y la muerte, el bien y el mal, el cielo y el infierno, el ying y el yang, la atmósfera y el ruido, la calma y el caos; los paisajes introspectivos, slow y atmosféricos frente a los crescendos envueltos en ruido, la melodía letárgica frente a la tempestad exaltada, los silencios inquietos frente al ruido eyaculado. Mogwai están especializados en mezclar fragmentos tranquilos atravesados por una profunda melancolía con distorsiones de geometría caótica y estrepitosa. Guitarras que recitan poesía justo antes de conducirte directamente al infierno. De la maravillosa Escocia, la tierra de los vientos y las batallas, llegan los padres del rock del siglo XXI. Se llaman Mogwai y son unos auténticos terroristas sonoros. Los maestros del ruido, unos muchachos de Glasgow que han reinventado el rock.