En mi semana de bossa nova, recién comenzada, he encontrado este poema del grandioso Vinicius de Moraes titulado “Canción del demasiado amor”. Vinicius sabía lo que era el amor porque no era feliz. Se había acostumbrado a quedarse solo como los veleros en los puertos silenciosos y le aterraba una pregunta: quem pagará o enterro e as flores se eu me morrer de amores? Para él, una mujer al sol era todo su deseo, viniendo del mar, desnuda, con los brazos en cruz. Era la mejor manera de olvidarse de la rosa de Hiroshima, de la rosa hereditaria, de la rosa radioactiva, estúpida e inválida, la rosa con cirrosis, la anti-rosa atómica, sin color, sin perfume, sin rosa, sin nada. Ya sólo nos queda esperar una tarde en Itapoa, una tarde de total vagabundaje por la playa de Bahía, hablando de amor entre brazos morenos, chupando una cachaçita, un agua de coco y viendo el mar. ¿Quién pagará el entierro y las flores si llego a morir de amores?