Seguimos rescatando discos perdidos, secretos y olvidados de la discografía patria. Ahora toca el turno de los catalanes Iceberg, tal vez la mejor banda de rock sinfónico español. Su música era una compleja mezcla de riffs continuos de guitarra de fusión batiéndose en duelo con ardientes teclados sinfónicos. Grabaron cinco discos, los cuatro últimos considerados obras maestras del llamado Rock Laietano (fusión de jazz con toques mediterráneos). Nos vamos a detener, sin embargo, en el disco-debut de Iceberg, una rara avis de su discografía.
En 1975, Joan Manuel Serrat escuchó a Iceberg (por entonces se ganaban la vida como músicos de acompañamiento de Tony Ronald) y se enamoró de su música. Puso dinero en una productora y consiguió que grabaran su primer disco en Madrid. Así nació Tutankhamon, un disco de rock sinfónico memorable, complejo e inquietante. Imitando la fórmula del rock progresivo, parieron un disco conceptual alrededor de la figura del faraón Tutankhamon, sin cortes y mezclando partes vocales (con letras en inglés y castellano) e instrumentales. El resultado fue una sucesión de pasajes geniales que van desde ambientes melódico-atmosféricos a puramente jazzísticos pasando por pasajes de absoluto rock sinfónico, con incendiario solo de batería incluido. La guitarra de Max Sunyer y los sintetizadores de Kitflus acaparan todo el protagonismo, solamente interrumpidos por la voz de Ángel Riba que nos habla de esclavos que mueren por su dios, de los Sacerdotes de Amón, de un faraón hereje que intenta cambiarlo todo y de su hijo, un faraón demasiado joven para convertirse en dios. Tras este disco, Iceberg se convirtió en un cuarteto puramente instrumental y se centraron en elementos jazzys y de fusión. Pero esa es otra historia.