Publicado en El Norte de Castilla el 9 de julio de 2009
Durante mucho tiempo asocié la figura del cocodrilo a la época en la que el rock era joven y Elton John nos cantaba la historia de Susie, la de sus noches de viernes cuando ella llevaba vestidos entallados y no paraba de mover las caderas al ritmo del rock del cocodrilo. Existe otro cocodrilo mucho más famoso: el polo de Lacoste comenzó a crecer en las pistas de tenis hace casi un siglo y, hoy en día, se venden en el mundo dos prendas cada segundo. De hecho, no paran de abrir mercados y de estimular aquello de «eres más pijo que el cocodrilo de Lacoste esquiando en Baqueira». Por ello ahora han lanzado la figura de un cocodrilo más funky, alegre, vistoso y divertido que el clásico. Pero el cocodrilo no es sólo un dibujo bordado o una canción. De hecho, en la última pasarela de Milán el cocodrilo se convirtió en el producto estrella y todas las marcas han apostado por su preciada piel para diseñar bolsos, chaquetas, correas, accesorios y zapatos. Me he enterado también de que la única granja de cocodrilos existente en toda Europa está en Cádiz y que ha conseguido criar a más de 1.700 ejemplares de cocodrilo del Nilo, cuya piel es la más apreciada por los peleteros. También he sabido que en Brasil unos paleontólogos han descubierto una especie inédita de cocodrilo que vivió en el Paleoceno hace 62 millones de años y que resistió al fenómeno que extinguió a los dinosaurios. Hablando de dinosaurios, Sara Montiel ha declarado que prefiere el amor de un cocodrilo al amor del cabezudo autoritario Hugo Chávez. Seguro que ella ha oído hablar de los cocodrilos románticos. Y es que acabo de leer que los cocodrilos son unos románticos de padre y muy señor mío y que les encanta escuchar canciones de amor. Lo que no consiguieron las glaciaciones lo van a conseguir Los Panchos. Al parecer, un vietnamita con dos mil cocodrilos a su cargo, ha logrado que dejen de enzarzarse en peleas dentro de la granja pinchándoles melosas canciones de amor. Lo que antes era un grave problema (debido a las peleas, su preciada piel resultaba dañada) se ha solucionado poniendo altavoces con almibaradas baladas. Es ponerles un recopilatorio del Festival de la OTI y los cocodrilos giran sus fauces hacia los altavoces, abren la boca y se les cae la baba.
En fin, todos sabemos que si Chuck Norris le pega una patada giratoria a un cocodrilo y a una oveja hace un jersey de Lacoste. También sabemos muchas otras cosas. Por ejemplo, todo el mundo sabe que nadie sabe nada de la energía nuclear. También que un reactor nuclear sobrevive a la estulticia de los políticos y que las dos partes enfrentadas hacen trampas con los datos. Todo el mundo sabe que tanto el Madrid de Florentino como el entierro de Michael Jackson se han convertido en un circo. Todo el mundo sabe que la crisis provocada por los ricos la tienen que pagar los pobres. Todo el mundo sabe que los trajes de un político sólo esconden sus trampas. Todo el mundo sabe que el paletismo lingüístico se ha convertido en arma arrojadiza. Pero lo que nadie sabe es que los cocodrilos son unos jodidos románticos. Y lo que los cocodrilos no saben es que eso, el romanticismo, sólo les sirve para que fabriquen con ellos unos bolsos y unos zapatos de mayor calidad.