Publicado en El Norte de Castilla el 5 de noviembre de 2009
Nuestra Seminci se ha despedido un año más. Dicen los seminceros que este año ha venido guapetona y algo tontorrona. Paskaljevic ha seguido recolectando espigas mientras algunos autores, como Guédiguian, Mendes, Ayuso&Sabroso, Schrader, incluso Soderbergh, nos han mostrado la otra cara de su cine habitual. Javier Angulo ha vuelto a apostar por el cine español y los atractivos experimentos de cine con acompañamiento musical en directo han continuado, esta vez con la partitura que Saint-Saëns compuso para “El asesinato del duque de Guise”. Valladolid entera, en fin, se ha dejado seducir por la fábrica de sueños. Una alfombra roja cubrió la ciudad y todos respiramos durante unos días a 24 fotogramas por segundo. Debo reconocer, eso sí, que este año ha sido muy distinto para mí. Catarro A y Depresión Z. Ha sido como ver desde lejos a una antigua novia. Una ex en plenitud, más hermosa y solicitada que nunca.
Esta edición quedará para mí como el año de unos particulares aficionados que nos han recordado que la vida no es apta para profesionales (y también que no estamos vacunados contra la soledad). “Aficionados”, así se llama el experimento atrevido, plausible y fantasioso que ha parido el cineasta vallisoletano Arturo Dueñas quien, junto a varios colegas, nos ha regalado un film de creación conjunta a medio camino entre la improvisación teatral y el documental. Conozco a Arturo desde hace muchos años y no ha dejado nunca de sorprenderme. Bibliotecario, truenófilo, semincero y tipo inquieto capaz de guiñarte un ojo y aparecer al instante en Estonia o en Brasil, en Budapest o en Lisboa. Hace tres años se matriculó en