Publicado en El Norte de Castilla el 19 de noviembre de 2009
No sé si estamos locos por maquillarnos de utopía, si intentamos con desesperación subirnos al último tren de la esperanza o si sólo buscamos con ahínco alternativas a un mundo que no nos gusta. Tal vez un poco por todo ello me ha llamado la atención una noticia que acabo de escuchar en la radio. Hablaba de la presentación de un banco ético en Valladolid. ¿Banca ética? ¿Eso no son dos términos completamente antagónicos? El caso es que este nuevo banco instalado en Valladolid (galardonado con el Premio Financial Times al Banco Sostenible del Año 2009) desarrolla un innovador modelo de negocio bancario que combina la rentabilidad financiera con la rentabilidad social y medioambiental. Hablamos de un banco que lleva funcionando 25 años en algunos países europeos y que está presente en unos 38 países del mundo a través de fondos de inversión y microcréditos. No es el único banco ético que existe y que se está expandiendo exitosamente pero sí es el primero que se instala en la comunidad de Castilla y León. Este tipo de banca social, sostenible, alternativa o responsable trabaja con un doble objetivo: por un lado, ser rentable (como cualquier empresa busca beneficios); por otro, apoyar empresas y proyectos sociales, ecológicos, culturales y humanitarios. Y aquí entra el protagonismo de esa ética que nunca está en el DNI de los bancos tradicionales: descartan todo tipo de negocios que, quizá, son muy beneficiosos financieramente pero que socialmente son destructivos; evitan negocios especulativos, aunque tengan que renunciar a obtener grandes beneficios a corto plazo; defienden una transparencia total y una mayor regulación y control de los bancos; y financian sectores sostenibles que además de ser rentables benefician a personas y medio ambiente: agricultura ecológica, energías renovables, conservación de la naturaleza, bioconstrucción, turismo sostenible, actividades culturales, educación, cooperación al desarrollo, etc. A pesar de operan con las mismas garantías y reúnen los mismos requisitos exigidos por el Banco de España al resto de las entidades financieras, hay que decir que este tipo de bancos todavía provocan recelos, y más en el mundo tan pragmático en el que nos movemos. Desde luego, juegan con desventaja y no compiten con las mismas armas que sus competidores. Ellos nunca invierten en paraísos fiscales, ni en fondos de pensiones opacos, ni se gastan millones de euros en publicidad. Habrá que ver si la gente está dispuesta a comprometerse éticamente y, tal vez, a obtener una rentabilidad inferior (aunque no sea siempre así) a cambio de tener un mayor control del destino de sus ahorros y de que el banco no pueda hacer con ellos lo que le dé la real gana. Es el momento de preguntarse qué hace el banco con nuestro dinero, dónde lo invierte, a qué tipo de empresas financia. ¿Por qué mis ahorros tienen que financiar industrias de armamento, empresas basadas en la explotación infantil o industrias contaminantes? No sé si es la hora de la banca ética, pero sospecho que el modelo actual necesita una profunda reforma ya que el sistema bancario actual hace perder a la gente cotas de libertad. Que el dinero sirva a la gente y no que la gente sirva al dinero. Bendita utopía.