– Beber whisky al empezar una partida es buscar un pretexto para perder.
– Dos barcos que se cruzan en la noche han de invitarse a desayunar
– No se asuste, no estoy borracha, soy coja.
– También hay que tener talento para beber whisky.
– Claro, tenías el mejor pretexto del mundo para perder, no importa perder con una buena excusa. Pero ganar… resulta a veces como una carga, pesa mucho. Es un fardo del que puedes deshacerte con una excusa, lo único que tienes que hacer es compadecerte a ti mismo. Es uno de los mejores deportes: sentir compasión de uno mismo, un deporte que gusta a todos. Especialmente a los fracasados.
– No habrá un mañana para él. Destruye todos los mañanas porque los compra hoy. Y a bajo precio.
– Tenemos un contrato de mutua tristeza y una impenetrable oscuridad nos rodea.
– ¿Cómo puedo perder? Tenías razón: no basta tener talento, hace falta carácter también.
Estoy seguro de que ahora tengo carácter. Lo encontré en un hotel de Louisville.
Eddie Felson es un joven arrogante que vive en las salas de billar estafando a cualquier incauto que empuñe un taco. Su obsesión es ganar al campeón, al Gordo de Minnesota, y no descansará hasta hacerlo, sin importarle el precio que tenga que pagar. Para ello aterriza en una funeraria, en un depósito de cadáveres, repleto de mesas para muertos, no para jugadores. Allí se encuentra con un gángster reconvertido en caja registradora, un tipo interesado no sólo en arrebatarle su dinero sino también su orgullo. Allí está también el Gordo de Minnesota, un rival elegante que, mientras juega, se mueve como un bailarín. Allí también se encuentra con Sarah, coja, alcohólica y enamorada.
Eddie Felson no deja de sonreír. Sonríe cuando bebe, cuando besa, cuando habla, cuando pierde, incluso cuando le dan una paliza. Sólo pierde la sonrisa al final, cuando gana. El precio que ha pagado ha sido demasiado alto. La victoria se convierte en su derrota más dolorosa. Eddie Felson termina con muescas en el taco y en el alma.
Hay películas que duelen. Duelen los sucios planos, el humo, el whisky, los silencios, el golpeteo de las bolas y el de los vasos contra la barra del bar, las dolorosas conversaciones entre Eddie y Sarah, los pulgares rotos, el alma destrozada, la desolación de una derrota, el alto precio de la victoria. “El buscavidas” es, sin duda, una de las películas más desesperadamente hermosas de la historia del cine. Una película que hay que ver de rodillas. “El buscavidas” es el más hermoso poema dedicado a la épica de la derrota, es un canto a la melancolía, al romanticismo, al whisky. “JTS Brown. Sin hielo y sin vaso”. Por supuesto.