Publicado en El Norte de Castilla el 31 de diciembre de 2009
Debe ser cierto eso de que la tecnología nos acerca a los más lejanos y nos distancia de los más próximos. Estas fechas se han convertido en carne de sms, correos electrónicos y felicitaciones virtuales. Dentro de unas horas, cuando las doce uvas nos recuerden que hemos quemado otro año, volveremos a lo tradicional: los petardos, los cotillones y la eterna lista que todos confeccionamos para que nuestros deseos se hagan realidad. Dicen que esta noche nos conceden 365 nuevas ilusiones. ¿Se han dado cuenta de lo deprisa que corre el tiempo? El tiempo, al fin y al cabo, es el palacio de los dioses. Lo peor de todo es que malgastamos el tiempo en buscar respuestas a preguntas imposibles. Tal vez porque el hombre busca respuestas y sólo encuentra preguntas. Hoy es el momento, sin embargo, de los regalos de amistad, de las sonrisas y de los grandes sueños. Aunque sabemos que las cartas están marcadas desde el principio, aunque sabemos que las calles están llenas de sirenas con el corazón roto, aunque sabemos que la paloma siempre se equivoca, hoy es la noche de los deseos:
Dejar a un lado el sabor de la memoria
Coleccionar esqueletos de tiburones
Dejar de soñar en blanco y negro (como los perros y los borrachos)
Doblar las lágrimas y guardarlas en maletas
Dejar que los recuerdos jueguen al ajedrez
Sacudirnos las cenizas de todas las noches vacías
Convertirnos en pescadores de perlas
Pintar la noche con los colores del arco iris
Dejar de visitar las catedrales donde se lloran los amores perdidos
Saborear el grito del buen vino
Aprendernos de memoria libros prohibidos
Deshacernos de una vez por todas de nuestra alma de lobo
Dejar de ofrecer el plano del tesoro a princesas mentirosas
Borrar las huellas de los bufones
Llamar a las puertas del cielo (como Bob Dylan)
Dejar de abrillantar los malos recuerdos
Volver a componer cantos de sirena bajo el balcón de nuestra particular Julieta
Procurar no pisarle la cola al tigre para no provocar al destino.
Desgraciadamente, estos días son también de felicidad virtual. Un alzheimer pertinaz nos hace olvidarnos muy pronto de nuestras buenos propósitos. Ya lo dicen por ahí. Aviso a toda la población: el simulacro de Paz y Amor ha finalizado. Guarden los langostinos, insulten a sus cuñados y disuélvanse.