Publicado en El Norte de Castilla el 14 de enero de 2010
Algunos dicen que en época de crisis es natural dirigir la mirada al trono de Midas. Otros dicen que a los ricachones siempre les gusta alardear de oropeles y suntuosidades. Tal vez por eso no dejan de surgir programas que nos escupen a la cara cómo viven los adictos al lujo y no paran de salir noticias de la manera pornográfica que tienen algunas estrellonas de dilapidar dinero. Una de ellas, Victoria Beckham, acaba de saltar a la actualidad porque el pasado fin de semana se acercó a Milán, donde ahora patea pelotas su marido, y allí se gastó en un solo día la burrada de 350.000 euros (para hacernos una idea, cuatro veces el sueldo anual del Presidente del Gobierno). La ex componente de ese vómito musical llamado Spice Girls se compró un Rolex, veinte pares de zapatos Dolce&Gabbana y doce pares de gafas de sol Versace. Luego se justificó diciendo que para ella comprar es como una droga, que no puede resistirse y, además, «así ayudo a la economía». Tengo un amigo que también piensa eso cuando va por las carreteras y ve las casitas de luces rojas…. Resulta muy dudoso, en todo caso, que la señora Beckham reactive la economía de D&G por comprar veinte pares de zapatos. Si realmente hubiera querido hacerlo, tendría que haber ido a 350 tiendas modestas de Milán. Así lo único que ha hecho ha sido engordar la panza del dueño de Rolex. Ella tiene todo el derecho a gastarse su dinero en lo que le dé la gana, al fin y al cabo se lo ha ganado desafinando en un escenario. Hasta ahí de acuerdo. Lo que resulta reprobable es la ostentación, el exhibicionismo, la obscenidad de nuevo rico. Todo esto no es otra cosa que un ejercicio de pornografía y estulticia a partes iguales. La culpa seguramente es de un sistema que se basa en este tipo de abismos. Un sistema en el que unos gastan en unas horas lo que daría para dar de comer a millones de personas. Por todo ello, me sigue resultando incomprensible esa moda que se nos viene encima de programas inmorales donde nos enseñan cómo viven estos divinos de la muerte. Y menos con cuatro millones de parados y con gente que lo está pasando muy mal. Por cosas así empezó la Revolución Francesa. Y por cosas así a algunos les entran ganas de restaurar la guillotina. Por cosas así, en fin, a muchos les empieza a caer mejor Robespierre.