La diosa ha regresado. Tras una década de silencio, Sade publica su sexto álbum de estudio. Diez nuevas canciones fieles a su estilo, con producción elegante y sonidos cálidos. El tema que da título al disco es sensual y tenebroso, una canción a ritmo militar contrapunteado por una explosión de guitarras eléctricas. Es la avanzadilla de un puñado de baladas intemporales marca de la casa. Melodías melancólicas, sonidos hipnóticos, algún réquiem triste, himnos acústicos, fraseos con exquisita cadencia jazzística, un alegre reggae con la participación vocal de su propia hija, preciosos arreglos de cuerda, un saxo suave y, por encima de todo ello, la voz sensual, sugerente y única de Sade. Es casi imposible no ponerse melancólico al hablar de Sade. “Soldier of love”, aunque suene actual, te hace volar al pasado. La música de Sade siempre ha sido ideal para la saudade, para el desamor, para el desgarro, para los corazones rotos, para las heridas mal cicatrizadas. Su música, con los años, gana en austeridad. De hecho, Sade cada vez se me parece más a una Leonard Cohen jazzy. Suyas son algunas de las canciones de amor, arrebato y nostalgia más sensuales y hermosas de los últimos veinticinco años. ¿”Soldier of love” es mejor o peor que otros discos de Sade? ¿Qué más da? Es Sade, probablemente la mujer más hermosa del mundo. Alguien que, a pesar de haber cumplido ya 51 años, sigue siendo una auténtica diosa. “Soldier of love” es un disco cálido, misterioso e hipnótico, pero sobre todo es un disco necesario. Y es necesario porque necesitamos de la belleza y de la poesía para sobrevivir.