Publicado en El Norte de Castilla el 1 de abril de 2010
Lleva toda la vida haciendo lo que le da la gana. Llama perturbados a los magistrados, recluta a bailarinas y actrices para conseguir más votos, les dice a los damnificados del terremoto en l’Aquila que se tomen la situación como «un fin de semana de camping» y que se compren muebles en el Ikea, se compara con Jesucristo y con Napoleón, utiliza aviones oficiales para llevar a sus amigos a fiestas, se pone verraco con las ‘velinas’, se jacta de ser como Obama («guapo, joven y bronceado»), asegura que para evitar las violaciones habría que tener «tantos soldados como mujeres bellas en Italia», ha parido una controvertida y fascista ley de inmigración… No pararíamos de contar cosas de Berlusconi y de su peculiar modo de hacer política, a medio camino entre el espectáculo y la vergüenza ajena. «Esta cosa, esta enfermedad, este virus amenaza con ser la causa de la muerte moral del país de Verdi», ha escrito Saramago. Entre inyecciones de bótox y serenatas napolitanas, Il Cavaliere te suelta un chiste machista y la peña se parte de risa. Quizá su éxito se deba a eso. El caso es que acaban de celebrarse elecciones regionales en Italia en las que se esperaba un fuerte castigo a Berlusconi y el resultado no ha podido ser más decepcionante. Fracaso de la izquierda, avance significativo del partido de Berlusconi y pujante expansión de